No. 63/64 - Enero/Febrero 1997
COMUNICACIÓN
Nostalgia tecnológica
por
Fernando Brum
La nostalgia no es un sentimiento muy común entre los que nos dedicamos a la informática: no hay mucho tiempo para ella y, sin lugar a dudas, todo tiempo pasado fue peor. Por eso al experimentar ese sentimiento nos cuesta identificarlo, darnos cuenta de qué se trata.
Añoramos la época en que éramos gente rara "que se dedica a las máquinas". Ahora somos casi celebridades, y como tales nos "debemos a nuestro público". Vale decir, nos dedicamos buena parte del tiempo libre a contestar preguntas al vecino, a nuestra cuñada, sobrino/a, hijo/a de amigos, ex-pareja o hasta a algún padre rejuvenecido.
Contestamos preguntas de este tipo: "¿qué browser me recomendás?"; "¿cuánta memoria necesito para correr W95?"; "el juego no me anda, ¿qué hago?" O pedidos como este: "che, vos que estás en la cosa, pasame unas direcciones Internet de sitios interesantes".
Lo peor es que además de llamar por teléfono (siempre se puede desconectar), nos llenan el mail de preguntas.
Pensando que quizás sean útiles van mis respuestas habituales:
* El mejor browser es un web surfer humano: recibe las preguntas verbalmente y entrega las respuestas impresas. No es recomendable experimentar personalmente el estres de las demoras y las frustraciones de Internet (ya estamos viejos).
* Para los problemas habituales (juegos, memoria, W95, versiones, impresoras, módems, etc ), se recomienda llamar al servicio técnico. A nadie se le ocurre llamar a un amigo ingeniero mecánico para aprender a dosificar el detergente en un lavarropas.
Como buenos nostálgicos, a nuestros hijos les contamos:
* Antes los servidores de correo nunca estaban ocupados. No había dibujos ni sonido, pero no había que esperar para que te ametrallaran con propaganda.
* Podíamos correr un programa en otro equipo sin esperar una vida por la conexión. Se podía usar el servicio los fines de semana (claro, éramos pocos y todo era mucho más difícil de operar).
En definitiva, como todos los nostálgicos, añoramos los tiempos en que todo era más fácil porque era más difícil. Como esos boliches que se ponen de moda, a los que ya no va nadie porque están llenos de gente.
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