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   No. 65 - Marzo 1997
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América Latina


No. 65 - Marzo 1997

AMERICA LATINA

Fiebre reeleccionista invade al continente

La epidemia reeleccionista que recorre América Latina, desde Argentina y Brasil hasta Panamá, parece haberse extendido a otras regiones, contagiando al filipino Fidel Ramos. También allí el mayor argumento esgrimido por los partidarios del continuismo radica en el éxito económico y la insensatez que implicaría un cambio de timonel en circunstancias supuestamente tan favorables.

Las ambiciones reeleccionistas en los países del sur de América Latina se sustentan, paradójicamente, en el éxito de unos planes de ajuste con un nada despreciable costo social. Pero la derrota de la inflación no dejó margen a las fuerzas opositoras para desafiar seriamente en elecciones a los titulares del Poder Ejecutivo.
El Plan de Libre Convertibilidad del Peso ya llevó dos veces a la Presidencia al argentino Carlos Menem, en tanto el Plan Real, lanzado en Brasil por Fernando Henrique Cardoso desde el Ministerio de Hacienda, no sólo le abrió las puertas del gobierno sino que lo ha convertido en una figura aparentemente indestructible, al punto de que las elecciones presidenciales de 1998 son percibidas en el país como un mero trámite.

Nunca en la historia republicana brasileña un presidente democráticamente elegido acumuló tanto poder como Cardoso, apuntó el veterano analista político Villas-Boas Correia, en un comentario publicado en Jornal do Brasil con sugestivo título: "¿Y ahora, emperador?". Por mayores datos, los analistas políticos coinciden en que la perspectiva de gobernar hasta el 2002 ofrece a Cardoso la posibilidad de tener un parlamento aún más dócil.

El hecho de que el Partido de la Socialdemocracia Brasileña naciera hace 10 años, con Cardoso como uno de sus principales fundadores, por discrepar con la prolongación del mandato de José Sarney de cuatro a cinco años y levantando la bandera del régimen parlamentario de gobierno como forma de terminar con el "poder imperial" del presidente, aparece hoy como una anécdota.

En Argentina, la situación de Menem es en cierta forma bastante diferente.

Luego de lograr con toda facilidad un segundo período en 1995, hoy es el presidente peor conceptuado en América Latina, según una encuesta del Consorcio Iberoamericano de Investigaciones Mercados y Asesoramiento. Menem fue calificado por sus compatriotas con sólo 2,8 puntos sobre 10, lo que contrasta con el 5,2 de Cardoso, el 5,9 del mexicano Ernesto Zedillo, el 6,4 del peruano Alberto Fujimori, o incluso el 5,4 del colombiano Ernesto Samper, acosado por las denuncias sobre aportes del narcotráfico a su campaña electoral que estuvieron a punto de costarle el cargo.

No obstante, esto no ha inhibido a sus más fieles seguidores a procurar un tercer período, aunque para ello sea necesario una nueva reforma de la Constitución. La llamada "re-reelección" cautivó a ministros, gobernadores provinciales, parlamentarios, analistas, medios de prensa y empresarios. El alto y sostenido desempleo -17,4 por ciento- y la regresiva distribución del ingreso no logran aún erosionar el sólido aval que le ha dado a Menem la derrota de la hiperinflación, aunque su gestor, el ex ministro de Economía Domingo Cavallo, se haya convertido en el más incómodo crítico del gobierno y apunte a su flanco más vulnerable: la corrupción que parece invadir a todo el entorno del mandatario argentino.

"Si Menem intenta permanecer en el poder por un tercer período será un usurpador", sentenció el ex presidente Raúl Alfonsín, de la Unión Cívica Radical, quien encabezó la alianza con el oficialismo para reformar la Constitución en 1994.

Desde el sudeste asiático, Menem intentó un tibio desmentido pero no logró romper la ambigüedad que caracterizó su actitud desde el arranque de la intentona "re-reeleccionista" impulsada por su ex cuñado, el senador Jorge Yoma.

Esta ambigüedad, consistente en afirmar que en 1999 se retirará a su nueva residencia en La Rioja, al tiempo que no desautoriza frontalmente a quienes procuran su tercer mandato, es por otra parte común a todos los procesos de este tipo que se están dando en este momento en América Latina.

En Panamá, el tema de la reelección, descartado en reiteradas oportunidades por el presidente Ernesto Pérez Balladares, cobró fuerza cuando sus partidarios lograron que el gobernante Partido Revolucionario Democrático creara un "comité de alto nivel" para estudiar una posible reforma constitucional.

Los impulsores de la iniciativa, entre los que se encuentra el ministro de Vivienda, Francisco Sánchez, alegan que no hay nada malo en que un presidente que ha hecho un buen gobierno aspire a ser reelecto por su pueblo. Pero Víctor Juliao, del opositor Partido Arnulfista, puntualizó que la reelección no ha sido propuesta por los sectores populares sino "por grupos económicamente poderosos de dentro y fuera del gobierno".

La fiebre reeleccionista que sufre América Latina parece haber contagiado al presidente de Filipinas, Fidel Ramos, quien no descarta una reforma constitucional que le permita continuar en el cargo tras las elecciones de mayo de 1998. El propio Fujimori le recomendó en noviembre, durante una visita a Manila, que procurara un segundo mandato para asegurar la recuperación económica.

Al igual que sus pares latinoamericanos, Ramos, un general retirado de 69 años al que se le atribuye la recuperación económica del país, ha manifestado en repetidas oportunidades que no procurará un segundo período presidencial. Pero, también como aquellos, dejó una puerta abierta y puntualizó que una decisión en tal sentido corresponderá a su partido.

Varios de sus principales colaboradores afirman que intentarán convencerlo de la necesidad de la reelección, como ya sucedió en Perú y Argentina, y sucede ahora en Brasil y Panamá. "Seis años es demasiado poco para un buen presidente", declaró el secretario del gobierno, Ruben Torres, provocando una tormenta política en un país que aún tiene fresco el recuerdo del dictador Ferdinando Marcos, quien gobernó durante 21 años, hasta su derrocamiento en 1986. Pero José Almonte,su asesor en seguridad nacional, insistió: el crecimiento económico logrado en los últimos dos años correría peligro sin un presidente fuerte.

Si no fuera tal vez por el hecho de que el español ya prácticamente no se hable en Filipinas, nadie podría decir que no se trata de un país latinoamericano.






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