No. 65 - Marzo 1997
La democratización de Sudáfrica ha sido uno de los acontecimientos más celebrados de esta última década del siglo XX y ha despertado simpatías casi unánimes en América Latina. La oposición al apartheid -el régimen de discriminación racial institucionalizada que predominaba en Sudáfrica- tradicionalmente unió a todo el espectro político de nuestro continente, con la vergonzosa excepción de algunos voceros de las difuntas dictaduras del cono sur que establecieron alianzas semiocultas con sus colegas transatlánticos.
La democratización de Sudáfrica ha sido uno de los acontecimientos más celebrados de esta última década del siglo XX y ha despertado simpatías casi unánimes en América Latina. La oposición al apartheid -el régimen de discriminación racial institucionalizada que predominaba en Sudáfrica- tradicionalmente unió a todo el espectro político de nuestro continente, con la vergonzosa excepción de algunos voceros de las difuntas dictaduras del cono sur que establecieron alianzas semiocultas con sus colegas transatlánticos.
Los latinoamericanos nos unimos con entusiasmo al coro internacional de elogios al liderazgo de Nelson Mandela y la sabiduría política del ex presidente Frederick de Klerck. Capaz de aceptar la mano extendida por el enemigo para evitar más derramamiento de sangre, el primero; lúcido en su apreciación de la necesidad de entregar el poder político para conservar algo de los resortes económicos, el segundo.
Pero Sudáfrica desapareció pronto de las primeras planas y poco aprovechamos en América Latina la oportunidad de aprender de allí lecciones útiles para la pacificación de América Central o la redemocratización en general.
En este número, Revista del Sur analiza críticamente uno de los aspectos clave de la Sudáfrica actual: el sistema agrícola, la reforma agraria que comienza y la amenaza de un desplazamiento de la economía de plantación hacia otros países del continente, donde bajo las atractivas etiquetas del "ecoturismo" y la "agroindustria", y con el apoyo entusiasta del Banco Mundial, los amos blancos de siempre amenazan desplazar, marginar y destruir la base económica y cultural de los campesinos africanos.
Nada muy distinto del afán del mismo Banco Mundial por suplantar en América Latina la propiedad comunitaria indígena o los sistemas ejidales surgidos de las reformas agrarias en México o Bolivia por una agricultura "moderna" (en oposición a prácticas tradicionales sustentables), "de escala" (en oposición a la cultura campesina) y volcada a la exportación (en oposición a la producción destinada a satisfacer las necesidades locales).
Este es el motivo por el cual nos parece relevante mirar de cerca los últimos movimientos en el "Corredor de Alimentos" afrikaaner en el Africa subsahariana.
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