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   No. 66 - Abril 1997
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Punto de Vista


No. 66 - Abril 1997

SOCIEDAD CIVIL

¿Participación o cooptación?

por Jenny Pearce

Las instituciones del capitalismo moderno se han apropiado del concepto de sociedad civil, que parece haberse convertido en objeto de financiamiento por parte de los organismos occidentales. La autora sugiere que ya es tiempo de rescatar la idea.

El concepto de "sociedad civil" amerita un análisis serio, sobre todo porque ha empezado a tener un significado más profundo para quienes se resisten a ser cooptados y simplemente aspiran para el futuro un programa de transformaciones apropiado.

En Guatemala, la Asamblea de la Sociedad Civil descubrió que expresa el anhelo popular de liberarse del militarismo; el movimiento antiapartheid cobró fuerza en la Sudáfrica posterior al apartheid porque ha captado las necesidades de la sociedad civil. Y si bien algunas agencias internacionales financiadoras y de desarrollo promueven la sociedad civil, hay otras que todavía la ven con suspicacia. En la Cumbre Mundial sobre la Alimentación, celebrada en noviembre en Roma, se dio un gran debate entre representantes de gobiernos y organizaciones no gubernamentales (ONG) sobre si el término "sociedad civil" debe ser puesto entre corchetes, lo que indicaría reservas al respecto.

El debate sobre sociedad civil se extiende desde las capitales europeas hasta las zonas campesinas de los lugares más pobres del planeta.

Mi propuesta es abrir vías de pensamiento sobre la sociedad civil. ¿El significado es el mismo para los zapatistas mexicanos y el Banco Mundial? En caso contrario, ¿cuáles son las diferencias? ¿La sociedad civil es tan solo otro instrumento de cooptación? ¿Cómo puede ser útil para quienes siguen buscando alternativas al orden actual de las cosas?

Es posible dar una definición simple de sociedad civil: "todas las relaciones sociales que implican la asociación y participación voluntaria de individuos que actúan de acuerdo con sus capacidades personales en medio de relaciones contractuales privadas". Esto abarcaría todo lo que tiene que ver con la vida en sociedad: ONG, sindicatos, asociaciones comerciales, clubes deportivos y culturales, institutos de la mujer.

Esa definición es, no obstante, engañosa y confusa. Hace un uso banal y descriptivo de la palabra.

Si bien a cierto nivel la sociedad civil es una serie de fenómenos observables, la llamamos "sociedad civil" porque intentamos conceptualizar el papel asociativo de la vida dentro de cualquier orden social, algo que resulta inobservable y a menudo se construye de manera normativa.

La sociedad civil pertenece, pues, tanto al reino del mito como al de la realidad.

¿Cuándo se observó por primera vez el fenómeno de la vida asociativa y se la conceptualizó como "sociedad civil"? No es coincidencia que a partir del siglo XVII, cuando se manifestaron por primera vez los procesos de liberalización política y económica, también haya surgido el interés por este concepto. Expresaba la preocupación por el impacto del mercado en sociedades previamente reguladas por el mercantilismo y que gradualmente cambiaban de las jerarquías y estratificaciones medievales a las monarquías absolutas.

El concepto de sociedad civil nace con la transición a la economía de mercado. Se enlaza, en particular, con los temores de los economistas políticos del siglo XVIII por las acciones autorregulatorias de los individuos en sociedad y con su contribución a mitigar las tensiones que surgieron con la economía de mercado. La sociedad civil es, sobre todo, un concepto que apunta a reconciliar dichas tensiones, que según mi análisis son tres.

Estado-sociedad

Con el surgimiento de la monarquía absoluta y el Estado nacional, la separación del Estado del resto de la sociedad comenzó a dar origen a un ámbito público de discurso y comunicación, y a afirmarlo en contra del Estado cada vez más poderoso. Fueron, esencialmente, hombres blancos y propietarios. La noción de que la sociedad en cierta medida se opone al Estado, retorna con un sentimiento de venganza en la década del 80.

De Oriente a Occidente, de derecha a izquierda, la sociedad civil pasó a considerarse como un mecanismo para controlar el Estado omnipotente. Las divisiones y el pluralismo de la vida asociativa ofician de controles y equilibrios que, en el contexto del imperio de la ley, pueden impedir el abuso de poder por parte del Estado. Ernest Gellner habla de esta diversidad en términos de Ser Modular, la forma en que los individuos entran y salen de diferentes asociaciones y construyen diferentes redes y vínculos, creando así colectividades densas y fuertes en la sociedad.

El asunto aquí es: ¿estamos de acuerdo en que el Estado es malo y la sociedad civil es buena? El retiro de escena del Estado ¿no resulta problemático?

Interés individual versus bien público

En el siglo XVIII, Adam Ferguson, Adam Smith, David Hume y, poco después, Hegel, fueron testigos de la forma en que el mercado rompía los lazos de sangre que habían unido a la sociedad medieval. Gradualmente, los lazos impersonales fueron reemplazando a los familiares, y la búsqueda individual del interés personal fue generando cambios sociales y económicos. Los filósofos del Siglo de las Luces percibieron el surgimiento de algo "civil" en la sociedad, precisamente porque al quebrar la regulación basada en los lazos de sangre, surgió una nueva forma de regulación: el imperio de la ley.

De las interacciones no intencionales de la sociedad comercial surgieron nuevos vínculos sociales, los del comercio, y se reformuló un sentido ético, una noción del bien público, que para Hegel se encarnaba en el universalismo del Estado. El capitalismo promovió el bien público a través de la búsqueda individual del interés personal. Esto trajo aparejado un orden profano, regido por la codicia, la explotación y el interés personal, pero ineludiblemente de ahí surgiría un orden moral.

La preocupación de cómo conciliar la búsqueda del interés individual en el mercado con el bien público, retrotrajo a la sociedad civil a la agenda de la década del 80. Las ideas comunitarias, los valores familiares y otras manifestaciones similares no son más que la búsqueda de mecanismos de unión y reconciliación social frente a la atomización del mercado. Estos temas aparecieron en los 80 precisamente por la crisis del Estado del Bienestar Social.

Debemos preguntarnos si estamos de acuerdo con que una sociedad civil libremente asociada y autorregulada garantiza verdaderamente el bien público. De lo contrario, ¿qué debe ocurrir? O, ¿todavía es necesario el Estado? Si es así, ¿qué tipo de Estado?

Derechos políticos y civiles versus desigualdad socioeconómica

Si las dos primeras tensiones pertenecen al surgimiento de la economía de mercado y de un "ámbito público burgués" para oponerse a los Estados absolutistas, la tercera pertenece al surgimiento de la sociedad industrial y a los esfuerzos de trabajadores, hombres y grupos étnicamente marginados por democratizar los sistemas políticos elitistas. La suya es una lucha vigente. Alexis de Tocqueville fue el primero que, observando la democracia estadounidense a principios del siglo XIX, llamó la atención sobre la influencia de las asociaciones en la formación de los ciudadanos. El marxista italiano Antonio Gramsci destacó el papel de la sociedad civil en la reproducción de la hegemonía capitalista, si bien señaló como igualmente importante la posibilidad de una contra hegemonía. En la década del 50, los pluralistas argumentaron que asociaciones distintas y competidoras entre sí posibilitaban la participación de todos en la vida política, contrapesando a los individuos a pesar de la desigualdad de clase.

El concepto de sociedad civil pertenece a la lógica individualista y atomizada del capitalismo occidental; a la materialización de la "libertad negativa" y a la creencia en las interacciones no deliberadas y autorreguladoras de los individuos en las sociedades de mercado. Por eso es atractivo para los organismos financiadores internacionales apoyar proyectos para fortalecer la sociedad civil en el Sur y en el Este. Están fortaleciendo las ONG como medio de promover la modernización del capitalismo en sociedades donde los vínculos familiares todavía regulan la conducta, donde el individuo todavía carece de libertad para acumular. La propuesta es que actualmente sólo el paradigma neoliberal ofrece una dinámica de crecimiento.

Jenny Pearce es profesora adjunta de Estudios sobre Paz, en la Universidad de Bradford, Estados Unidos.


ONG: ¿un ghetto de los buenos?

Muchas organizaciones no gubernamentales (ONG) del Sur descubrieron que la sociedad civil es doblemente atractiva: atrae el financiamiento del Norte y legitima sus actividades.
En la medida en que el Estado se retrae, y con él los puestos de trabajo profesionales del sector público, las ONG pueden convertirse tanto en fuente de empleo para gente capacitada que está en condiciones de ofrecer una prestación eficiente de servicios, como en programas de alivio de la pobreza. Como parte de la "construcción de la sociedad civil" en el Sur, pueden también asumir un papel en la democratización de sus países, logrando, por ejemplo que los gobiernos asuman mayor responsabilidad ante los ciudadanos. De esta forma, las ONG pasan a integrar la agenda contemporánea de modernización capitalista del Sur y del Este, de consolidación de la economía de mercado y de liberalización política.
¿Se nos está ofreciendo una gran oportunidad aquí, o existe el peligro de que proyectos de la comunidad financiera internacional -como el de "fortalecimiento de la sociedad civil"- sean simplemente una forma de cooptarnos? Y, ¿queremos un espacio institucional? Si observamos hacia atrás podemos ver que todos los procesos de liberalización económica están socavando la capacidad de los pobres y los marginados. Pero, ¿están creando también un ghetto de lo bueno?




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