No. 66 - Abril 1997
Cuando concurrí a Singapur en diciembre de 1966 para asistir como observador a la primera reunio'n ministerial de la Organización Mundial de Comercio, una de las demandas que la Red del Tercer Mundo y muchas otras organizaciones de la sociedad civil queríamos formular era la de mayor oportunidad de participación para las organizaciones no gubernamentales y mayor acceso de la ciudadanía a las deliberaciones de este organismo, sucesor del GATT, que tanto peso tiene en la definición de los rumbos del proceso de globalización.
A los pocos días de reunión descubrimos que en la práctica muchas de las delegaciones de los gobiernos del Sur recurrían a la prensa o a los observadores no gubernamentales preguntando si sabían qué estaba pasando... las negociaciones en la OMC son tan poco transparente que apenas una treintena de los casi doscientos miembros participan en ellas, por invitación del director general, Renato Ruggiero, mientras que los restantes países ni siquiera saben qué y quienes están decidiendo sobre temas que afectarán profundamente a sus países.
Cuando concurrí a Singapur en diciembre de 1966 para asistir como observador a la primera reunio'n ministerial de la Organización Mundial de Comercio, una de las demandas que la Red del Tercer Mundo y muchas otras organizaciones de la sociedad civil queríamos formular era la de mayor oportunidad de participación para las organizaciones no gubernamentales y mayor acceso de la ciudadanía a las deliberaciones de este organismo, sucesor del GATT, que tanto peso tiene en la definición de los rumbos del proceso de globalización.
A los pocos días de reunión descubrimos que en la práctica muchas de las delegaciones de los gobiernos del Sur recurrían a la prensa o a los observadores no gubernamentales preguntando si sabían qué estaba pasando... las negociaciones en la OMC son tan poco transparente que apenas una treintena de los casi doscientos miembros participan en ellas, por invitación del director general, Renato Ruggiero, mientras que los restantes países ni siquiera saben qué y quienes están decidiendo sobre temas que afectarán profundamente a sus países.
Varios ministros expresaron esta preocupación en sus discursos oficiales. Cinco minutos de podio ante una sala vacía, dando la espalda a un estrado presidido por el canciller uruguayo Alvaro Ramos fue toda la chance de intervención que más de cien países tuvieron en las deliberaciones: demandas, promesas y algunas protestas para que constara en actas.
El escándalo de los observadores fue mayúsculo cuando en la reunión final se anunció el acuerdo, los ministros aplaudieron y se dio por aprobada por consenso y aclamación una declaración que los presentes no habían podido leer (mucho menos estudiar o consultar en detalle con sus capitales) porque el texto oficial sólo fue distribuido dos horas después. Si uno sólo de ellos hubiera levantado su mano para protestar la falta de consenso hubiera impedido que la reunión llegara a un acuerdo. Pero es tal el poder de la OMC y la amenaza de represalias por parte de los países poderosos que ninguno lo hizo.
Las organizaciones ciudadanas emitimos un comunicado demandando mayor participación y apertura a la información para nuestros gobiernos. (Sin gobierno, nos guste mucho o poco, no hay ciudadanía posible.) La única vaga promesa que se obtuvo del señor Ruggiero fue buscar un ejemplo de funcionamiento más transparente... en el Fondo Monetario Internacional (FMI).
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