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   No. 66 - Abril 1997
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No. 66 - Abril 1997

PRIMERA CONFERENCIA MINISTERIAL DE LA OMC

Ganadores y perdedores en Singapur

por Chakravarthi Raghavan

En la primera Conferencia Ministerial de la OMC, celebrada en Singapur del 9 al 13 de diciembre, los países en desarrollo debieron hacer concesiones. El Norte logró integrar nuevos asuntos a la agenda de la entidad y la falta de transparencia en los procedimientos de la reunión fueron criticados por las naciones pobres.

Así como la Ronda Uruguay de negociaciones multilaterales de comercio realizada en 1994 en Marrakech terminó con algunos ganadores y muchos perdedores, la Primera Conferencia Ministerial en los dos años de existencia de la Organización Mundial de Comercio (OMC) culminó, tras cinco días de intensas negociaciones carentes de transparencia, con dos ganadores y un perdedor.

Todas las negociaciones se realizaron entre 30 países, permitiéndose en la sala la presencia sólo de un ministro y un asesor por cada delegación. Los demás quedaron al margen. Luego, en una reunión plenaria en vísperas del cierre, varios países pequeños y medianos comerciantes protestaron abiertamente contra los procedimientos.

El ministro de Comercio de Singapur, Yeo Cheow Tong, quien presidió la Conferencia, y el director general de la OMC, el italiano Renato Ruggiero, ofrecieron disculpas y prometieron desarrollar en el futuro un procedimiento más transparente y eficaz.

Dos ganadores y un perdedor

Cuando Ruggiero asumió su cargo, en mayo de 1995, anunció que uno de sus objetivos sería el de introducir una mayor transparencia en la OMC. Pero 19 meses después, muchos países se quejaron precisamente por la falta de transparencia y Ruggiero sólo pudo prometer algún nuevo método que, según su portavoz, todavía debe ser elaborado.

El primer ganador de esta Conferencia es el mundo industrializado, encabezado por la Unión Europea (UE) y Estados Unidos, al establecer un nuevo imperialismo para promover sus intereses neomercantilistas. El segundo es el país anfitrión, Singapur, que logró culminar la reunión con una declaración consensual y realzó su condición de centro internacional de conferencias y punto de entrada, si no cabeza de puente, hacia los mercados emergentes de Asia y el mundo en desarrollo.

Este último, sin duda, es el gran perdedor, considerado colectiva e individualmente.

Desde otra perspectiva, despojada de la retórica de los "econócratas" y funcionarios de la OMC, puede afirmarse que se aseguró a los comerciantes transnacionales y las 500 corporaciones de la revista Fortune más derechos y mayor libertad para hacer dinero bajo la rúbrica de la globalización, en tanto la mayoría de la población mundial salió perdiendo.

Ninguno de los resultados de esta Conferencia abordará los problemas de marginación de la mayoría de las personas ni la necesidad de una mayor equidad y justicia para los pobres en el sistema del comercio internacional.

Pero no es seguro que el Norte y el país anfitrión sean los ganadores a largo plazo, puesto que no puede haber una prosperidad duradera para unos pocos rodeados de la creciente pobreza de muchos. Además, el sistema de la OMC es inherentemente asimétrico y por tanto inestable, en un mundo de crecimiento lento, y tras 15 años de ascensión, la economía neoliberal está mostrando signos de decadencia.

Sin embargo, no puede negarse que el mundo en desarrollo en su conjunto no sólo no ganó nada, sino que perdió una vez más. Todos sus problemas fueron ignorados, tal como ocurrió al final de las rondas de negociaciones comerciales del GATT, donde, aun antes del cumplimiento de sus propios compromisos, las naciones más poderosas lograron agregar nuevas demandas a los países del Sur.

Los gobiernos de los países en desarrollo, como guardianes de los intereses de sus pueblos, no pueden eludir su parte de responsabilidad por este resultado, debido a su continua desunión y falta de coordinación.

Sus valientes palabras, incluso a nivel de jefes de Estado o de gobierno en recientes cónclaves, así como sus posiciones conjuntas en Ginebra sobre algunos de los nuevos asuntos quedaron en la nada en Singapur, cuando uno tras otro cedieron a las presiones de Estados Unidos, la UE y el director general de la OMC en los pequeños grupos de negociación. Al final, los pocos países que todavía resistían no quisieron impedir el consenso y ser culpados públicamente por "arruinar" la Conferencia, y tras intentar incorporar salvaguardias en los textos discutidos, también los aprobaron.

Llevará mucho tiempo reparar el daño hecho a sus trabajosos intentos de construir un frente unido y el tiempo no está de su lado.

Pero una mayor parte de responsabilidad, por pasar por alto problemas de implementación y las preocupaciones del mundo en desarrollo, corresponde al director de la OMC y al país anfitrión.

La agenda de Ruggiero

Ruggiero, ex funcionario de la UE, ex ministro de Comercio de Italia y ex ejecutivo de FIAT, asumió su actual cargo con una agenda propia, proclamada con orgullo en una reciente entrevista con The Wall Street Journal, y la promovió en 18 meses de viajes por todo el mundo, desde Auckland a Vancouver, Buenos Aires, Seúl, Tokio y, más frecuentemente, a Washington y Bruselas.

La agenda de Ruggiero coincide, por supuesto, con las de Estados Unidos y la UE.

Singapur, en sus esfuerzos por asegurar una Conferencia exitosa, se vio obligado a mostrarse más sensible a las "necesidades" de esas dos potencias, y utilizó todas sus cartas para obtener la aprobación de los miembros de la Asociación de Países del Sudeste Asiático (ASEAN) y otras naciones asiáticas y africanas.

Como resultado, cinco días y noches de encuentros, negociaciones y "consultas plurilaterales" fueron dedicados a los puntos prioritarios de la agenda de la UE y Estados Unidos: inversión, política de competencia, adquisición gubernamental de bienes y servicios, y normas laborales.

Ninguno de los numerosos problemas que aquejan a los países en desarrollo recibió atención. Algunos fueron mencionados en discursos de ministros en los plenarios, pero no fueron discutidos.

Casi todo el tiempo y la energía del proceso preparatorio y de la propia Conferencia se volcaron al tratamiento de los "temas nuevos" introducidos por Estados Unidos y la UE, así como a hacer que los países en desarrollo se comprometieran y adaptaran a los intereses de los más poderosos.

En este sentido, puede afirmarse que la Conferencia fue un éxito. Los ministros acordaron colectivamente establecer grupos de trabajo sobre inversión, competencia y adquisición gubernamental de bienes y servicios, introduciendo esos nuevos temas en el territorio de la OMC. El Norte logró plenamente sus objetivos.

A cambio, los ministros de los países en desarrollo obtuvieron algunas palabras reconfortantes que pudieron utilizar, de vuelta en casa, para sostener que sus preocupaciones fueron consideradas. En realidad, ahora tendrán que pensar cómo controlar el daño y empujar hacia atrás las compuertas de los temas nuevos planteados en Singapur.

El "mejor esfuerzo"

El publicitado discurso de Ruggiero sobre la integración de los países menos desarrollados (PMD) a la economía mundial, mediante un plan para el acceso libre de impuestos de sus exportaciones, fue planteado al final en las consultas cerradas por el comisario de Comercio de la UE, Leon Brittan, pero Estados Unidos rechazó la propuesta debido a la situación jurídica y a la falta de respaldo del Congreso de ese país.

Finalmente, los PMD, los más pobres de los países pobres, sólo obtuvieron en Singapur un plan de acción reclamando el "mejor esfuerzo" de las naciones industrializadas para proveer a los productos de los PMD un acceso mayor y libre de impuestos al mercado mundial, como política autónoma y no obligatoria.

Esta medida probablemente no ayudará a los PMD a alcanzar los cambios estructurales y mejoras de la capacidad productiva necesarios para participar y beneficiarse del mercado mundial.

El plan adoptado en Singapur para los PMD incluye una reunión este año donde la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD), agencias de asistencia al desarrollo y organismos multilaterales de crédito promoverán un "enfoque integrado" para ayudarlos a mejorar sus oportunidades comerciales.

Cabe señalar que, en el lenguaje de las agencias de desarrollo, "integrado" excluye cualquier ayuda económica adicional.

Impotencia

Esta primera Conferencia Ministerial de la OMC puso en evidencia que la asimetría y la falta de transparencia del viejo sistema del GATT no hicieron más que acentuarse bajo el sistema de la OMC, en tanto los intereses y problemas del mundo en desarrollo reciben y recibirán aún menos atención que antes.

Esta percepción fue compartida por muchos delegados y ministros de países en desarrollo -que invirtieron grandes cantidades de dinero y viajaron largas distancias hasta Singapur, sólo para ser excluidos de cualquier participación significativa en las decisiones-, así como por observadores y representantes de la sociedad civil.

Los ministros de países en desarrollo que se reunieron con organizaciones no gubernamentales (ONG) admitieron que se sentían impotentes e ignoraban totalmente lo que estaba ocurriendo. Representantes de algunas ONG se sorprendieron de que sus ministros y funcionarios tuvieran aún menos información que ellos y la prensa.

Mientras los ministros y funcionarios anunciaron a su regreso que sus preocupaciones fueron consideradas, las ONG y los periodistas entendieron más profundamente la realidad de la OMC: una organización convertida en instrumento de gobierno mundial en representación de los países industrializados, un factor potencialmente muy desestabilizador en el sistema internacional -como lo expresó el secretario general de la UNCTAD, el brasileño Rubens Ricúpero-, y una poderosa herramienta del "nuevo imperialismo transnacional".

En un gran foro previo a la Conferencia, ONG de países industrializados y en desarrollo dejaron en claro su opinión de que la OMC, con su falta de transparencia, es una institución antidemocrática e ilegítima que se entromete en las políticas nacionales.

Por tanto, las ONG deben concentrarse en crear conciencia pública de que la OMC es una institución que promueve los intereses del Norte industrial y sus corporaciones, y una agencia ilegítima para el control del comercio mundial.

Chakravarthi Raghavan es editor jefe de South-North Development Monitors (SUNS) y representante de la Red del Tercer Mundo en Ginebra.






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