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No. 68 - Junio 1997

COMO SE MANIPULA LA INFORMACION SOBRE EL TERRORISMO

La demonización del Islam

por Daya Kishan Thussu

Los principales medios de prensa occidentales presentan al Islam como un demonio al vincularlo permanentemente con el terrorismo. Este esfuerzo implacable por identificar la religión musulmana con una amenaza para la seguridad del Norte industrial coincide con intereses geopolíticos occidentales en armas y petróleo.

Nombres como Hizbolá, Hamas y mujaidines aparecen cotidianamente en páginas editoriales de diarios y revistas internacionales, así como en canales de televisión y emisoras de radio. La mayoría de las veces, los barbados miembros de estas organizaciones son presentados en los medios occidentales como terroristas fanáticos decididos a destruir todo lo que el "liberal" Occidente aprecia. Además, figuran como tema principal de cualquier discusión o debate sobre el mundo islámico y, en consecuencia, palabras como jihad y Allah-o-Akber se han vuelto parte de la jerga occidental.

Este artículo analiza el papel de los principales medios de comunicación occidentales en la proyección de la imagen del Islam, una de las más grandes religiones del mundo, como contraria a los valores de la civilización. A modo de ejemplo, se examina aquí la cobertura por la prensa occidental de la operación "Viñas de Ira", o la invasión del Líbano por Israel entre el 11 y el 27 de abril de 1996.

El brutal bombardeo del Líbano, consentido por los amigos de Israel en la Casa Blanca, cobró cientos de vidas, causó el desplazamiento de medio millón de personas y destruyó la infraestructura de un país que intentaba desesperadamente reconstruirse tras 15 años de guerra civil y una invasión extranjera en la que Israel, entre otros, jugó un papel fundamental.

La razón aparente, reproducida con fidelidad en los principales medios de prensa occidentales, era que Israel había perdido la paciencia con los "terroristas" islámicos. Como siempre, Israel utilizó el concepto de terrorismo para deshumanizar a los árabes y justificar la agresión y la ocupación colonial, aunque las razones reales, que la mayoría de los medios ignoraron, fueron mucho más complejas.

Imaginemos la ira del mundo occidental si se hubiera producido un ataque árabe contra Israel. Como en anteriores ocasiones, la agresión de Israel fue presentada en la prensa occidental como "autodefensa", mientras la resistencia libanesa a la ocupación del sur de su país fue tachada de "terrorismo fundamentalista".

El ataque se inició el 11 de abril, en coincidencia con el comienzo de la campaña electoral israelí. Desde el primer día, la prensa occidental se ocupó de destacar tres puntos: que la acción constituía una autodefensa contra los ataques del grupo islámico Hizbollah; que se trataba de un acto medido y proporcionado, y que constituía una prueba de gran moderación, ya que Israel tendría perfectas justificaciones para un ataque mucho mayor, incluyendo a Siria o Irán.

Análisis

Al día siguiente, el diario londinense The Daily Telegraph publicó: "Israel lanzó ayer un ataque aéreo contra una base de Hizbolá en las afueras de Beirut en represalia por los ataques terroristas con misiles".

Una nota de "análisis" escrita por el corresponsal del diario en Beirut y titulada "Se necesita más que fuerza para vencer a Hizbolá" explicaba así las causas del bombardeo: "La acción constituye una prueba de la frustración de Israel ante la creciente audacia del movimiento chiíta Hizbolá". Mientras, en el semanario londinense The Economist del 13 de abril, el ataque mereció sólo una mención a la "venganza de Israel" en un artículo que hablaba de las elecciones.

La mayoría de los periodistas occidentales siguieron la línea adoptada por el secretario británico de Defensa, Michael Portillo, quien se encontraba en Tel Aviv cuando estalló la guerra relámpago. "Las acciones de Israel deben ser mesuradas, consideradas y proporcionadas. Creo que Israel está enfrentando una gran amenaza terrorista de Hizbolá, destinada a perjudicar el proceso de paz", declaró Portillo.

En realidad, la "represalia" de Israel fue totalmente desproporcionada. Una poderosa maquinaria militar se enfrentaba a un pequeño grupo de guerrilleros chiítas (unos 500). Aviones de combate supersónicos, equipados con los últimos avances electrónicos, hacían su trabajo junto a helicópteros Apache, de fabricación estadounidense. Esto fue seguido por una andanada de artillería, además de ataques aéreos de precisión contra objetivos en Beirut.

Pero el bombardeo debía ser justificado en la prensa. La mayoría de los periódicos occidentales publicaron gráficas que mostraban la "escalada de violencia" de Hizbolá entre el 4 de marzo y el 11 de abril. Casi todos destacaban cómo los ataques con misiles desde el Líbano habían matado a soldados israelíes. No obstante, mientras el número de israelíes muertos por los cohetes de Hizbolá desde 1982 apenas superaba la docena, los ataques militares de Israel costaron la vida a miles de libaneses. Pero siempre Israel figura como la parte agredida, pese a sus antecedentes de represión a millones de palestinos.

Como parte de la justificación de la invasión, muchos diarios vincularon las actividades del grupo radical palestino Hamas con las de Hizbolá, sugiriendo que los ataques de este último eran de algún modo una continuación de los atentados suicidas de Hamas, que costaron la vida a decenas de israelíes en febrero y marzo de 1996. El mensaje transmitido era que, mientras los árabes realizan actividades terroristas, los israelíes sólo toman represalias.

La prensa estadounidense fue especialmente activa en la promoción de la versión israelí de los hechos, como puede apreciarse en la edición del 22 de abril de Newsweek, que sólo incluía una página sobre la invasión. El artículo fue titulado con una declaración de un alto funcionario de Israel, Uri Lubrani: "Es sólo el comienzo". El subtítulo daba el marco al asunto: "Israel ataca a Líbano como represalia contra Hizbolá". Luego venía la justificación: "Hace más de un mes, Hizbolá inició una serie de ataques. Pero el primer ministro Shimon Peres, a poco de las elecciones del 29 de mayo, se contuvo en la esperanza de que los esfuerzos diplomáticos, con la mediación de Estados Unidos, aliviaran la tensión en la frontera y mantuvieran vivo el moribundo proceso de paz".

"En vista de lo que Israel debió soportar, la respuesta es medida y justificada", decía cuatro días después del inicio del ataque The Wall Street Journal (Europa) en su editorial. "Terroristas sin ninguna consideración por la vida humana instalaron sus arsenales y centros estratégicos en medio de civiles, provocando algunos de los desastres registrados en los últimos días (...) La incursión de Israel en Líbano constituye una respuesta legítima a una provocación extrema".

El 16 de abril, el mismo periódico publicó un artículo en el que varios expertos (la mayoría estadounidenses) afirmaban que la acción de Israel no infringía las leyes internacionales.

Mientras, The Daily Telegraph -el "periódico de calidad" más leído de Gran Bretaña, con una tirada superior al millón de ejemplares-, fue más allá y afirmó, en su editorial del 15 de abril, que "la lógica de la situación requeriría que Israel atacara a la propia Siria. Sin embargo, es fácil adivinar por qué Peres, el arquitecto del acuerdo de paz con los palestinos, se niega a adoptar esa medida". Según el diario conservador, "Un ataque contra Irán tendría un menor costo diplomático, pero afectaría tangencialmente el corazón del asunto, que es la actitud de Damasco".

Mientras el bombardeo continuaba, The Times (el segundo mayor diario "de calidad" de Gran Bretaña, con una tirada de más de 600.000 ejemplares), publicó una entrevista con Uri Dromi, jefe de la oficina de prensa de Israel, bajo el título "Irán sería el próximo castigado". La nota comenzaba así: "El principal portavoz del gobierno de Israel declaró ayer que actualmente se considera la posibilidad de que una coalición liderada por Occidente, similar a la que expulsó a las fuerzas iraquíes de Kuwait en 1991, lance un ataque contra Irán para impedir que obtenga poderío nuclear". El artículo se explayaba sobre cómo el bombardeo israelí del reactor nuclear de Osirak, en 1981, hizo del mundo árabe un lugar más seguro, aunque omitía mencionar el arsenal nuclear de Israel.

Falta de sentido crítico

La cobertura televisiva recordaba a la de la invasión estadounidense de Irak, en 1991. Siguiendo el ejemplo de sus amigos de Washington, el ejército israelí exhibía videos de armas guiadas por láser para demostrar la precisión de sus ataques. Esta utilización de los videos sin sentido crítico por la prensa resultó sorprendente, dado que muchos periodistas habían admitido, en varios artículos y libros sobre la operación Tormenta del Desierto, que fueron engañados por el ejército de Estados Unidos en cuanto a la matanza de iraquíes.

Sin embargo, todas las cadenas importantes de televisión, incluyendo la BBC, reprodujeron fielmente los videos militares de Israel para mostrar la limpieza de la invasión. Mientras, los corresponsales en la zona de combate mostraban a típicos fanáticos musulmanes prometiendo venganza contra el enemigo judío, pero omitían presentar a un libanés que pudiera exponer el punto de vista opuesto de una manera convincente.

La actitud de los medios cambió cuando la alta tecnología supuestamente les falló a los israelíes, provocando la masacre de más de 100 refugiados, incluyendo mujeres y niños, en una base de la ONU en la ciudad de Qana. Israel alegó que el hecho se debió a un error y que en realidad el objetivo era una base cercana de Hizbolá, pero este argumento fue luego rechazado por observadores independientes.

La parcialidad de la cobertura se hizo evidente en la forma en que esta masacre fue abordada por varios periódicos occidentales. Por ejemplo, el londinense The Times titulaba: "Clinton encabeza llamado a la paz tras la muerte de 97 personas". Una línea más abajo señalaba que "El ataque a Líbano continuará a menos que Hizbolá convoque a un cese del fuego".

Los medios estadounidenses eran aun más sesgados en su cobertura. La nota de tapa de Newsweek sobre la masacre, en su edición del 29 de abril, hablaba de la "matanza accidental" de 100 libaneses que murieron "en el fuego cruzado". En la misma fecha, su revista rival Time titulaba: "Ira y sangre: Israel permanece fuerte tras un error desastroso", en una apología del terrorismo israelí.

Mientras, The Daily Telegraph yuxtaponía al titular "Morteros de Israel matan a 94 refugiados" una declaración del primer ministro Peres: "No tuvimos otra opción que la de defender a nuestro pueblo y a nuestros soldados". Una vez más se repetía la táctica de desviar la atención pública de sus propias acciones, culpando al presidente sirio Hafez-al-Assad por las acciones de Hizbolá.

El editorial del 19 de abril sobre la masacre decía: "Si los israelíes quieren incitarlo (al presidente sirio) a tomar medidas contra Hizbolá (...) deberían concentrarse en objetivos sirios y, si es necesario, en la propia Siria. Tal medida no sólo sería estratégicamente correcta, sino que contribuiría a restaurar la imagen de Israel como el David, y no el Goliat" de la región. El hecho de que The Daily Telegraph sea propiedad del magnate canadiense Conrad Black, quien también es dueño de The Jerusalem Post, podría tener algo que ver con esta línea tan solidaria con el gobierno de Israel.

The Sunday Times, el semanario más leído de Gran Bretaña, con más de un millón de ejemplares, también procuró eximir a Israel de toda culpa. En el editorial de su edición del 21 de abril decía: "Los patrocinadores de Hizbolá y los agentes del poder de Líbano tienen una responsabilidad mucho mayor (que la de Israel). El ayatolá Alí Jomeini, de Irán, convierte a su propio país en terrorista al exhortar a Hizbolá a continuar su campaña". Y continuaba: "Si Irán, Irak o cualquier otro país fundamentalista islámico se transformaran en potencias nucleares, el mundo ingresaría a una nueva era de horror".

El hecho de que Irán e Irak, pese a ser enemigos jurados y representar dos ideologías totalmente diferentes (Irak es uno de los países árabes más seculares), fueran encasillados bajo la misma etiqueta de "fundamentalista", demuestra que muchas veces la verdad se sacrifica por cuestiones de propaganda.

El Islam como demonio

Los esfuerzos de Israel por proyectar al Islam como una amenaza para Occidente recibieron amplio apoyo de la prensa occidental, que continúa presentando a los musulmanes como fundamentalistas y enemigos de la democracia.

La ignorancia sobre el Islam en Occidente conduce a una falta de reconocimiento de la contribución de esta gran religión al desarrollo del mundo moderno y provee un campo fértil para la propaganda antiislámica. En la sociedad estadounidense existe un arraigado prejuicio contra el Islam, a menudo identificado con el terrorismo y el oscurantismo árabe, y por tanto percibido como una amenaza para su sistema liberal y secular.

Esa imagen de los musulmanes quedó en evidencia tras el atentado de Oklahoma, en abril de 1995, que costó 168 vidas. El peor acto de terrorismo de la historia de Estados Unidos fue inicialmente atribuido por la prensa a grupos islámicos, sin prueba alguna. Finalmente, resultó que el atentado fue cometido por estadounidenses de extrema derecha.

Hollywood contribuye a reforzar este estereotipo musulmán en la cultura popular estadounidense. Arnold Schwarzeneger, en su exitosa película Mentiras verdaderas, mata a 80 terroristas, todos ellos árabes. La última producción de la industria cinematográfica estadounidense que ofende el sentimiento islámico es Decisión Ejecutiva, una película sobre terroristas musulmanes chechenos que asesinan a occidentales inocentes y secuestran un avión con la intención de hacerlo caer en Washington.

La imagen de los musulmanes como agresores fanáticos está difundida en todo el mundo no islámico, y especialmente en Occidente. En Gran Bretaña, la quema simbólica de la novela Los versos satánicos por un pequeño grupo de musulmanes fue destacada especialmente por la prensa. En Alemania y los Balcanes, el prejuicio contra los turcos está ampliamente difundido, y en Rusia, los musulmanes son considerados "narcotraficantes y bandidos", como pudo apreciarse durante el conflicto de Chechenia.

Los musulmanes comunes se han transformado en el objetivo de esta "demonización", cuando en realidad fueron las principales víctimas de las agresiones más recientes en Bosnia, Chechenia, Irak y Somalia. Sin embargo, la culpa recae siempre sobre ellos. Justo un día antes de la invasión israelí del Líbano (10 de abril), The Wall Street Journal (Europa) publicó un análisis titulado "Los países renegados quieren algo más que Israel". El artículo argumentaba que "desde una perspectiva geopolítica, el conflicto árabe-israelí es sólo una pelea de vecinos, un arma táctica en una guerra mucho más ambiciosa librada por varios estados renegados: Irak, Libia, Siria e Irán", y agregaba que esos países " pretenden debilitar a los aliados e intereses occidentales en Medio Oriente y finalmente controlar sus recursos de petróleo y líneas de suministro para dominar el Occidente cristiano".

Este tipo de argumento se volvió común en la posguerra fría. El fundamentalismo islámico es proyectado como la nueva amenaza de la civilización occidental, mientras otros tipos de fundamentalismo, como el cristiano, el sionista o el hindú, no reciben el mismo rechazo de la prensa internacional.

Una de las razones de este enfoque es que el mundo islámico yace sobre tres cuartos de las reservas mundiales conocidas de petróleo, vital para las sociedades industriales modernas. La "demonización" del Islam encaja bien con los intereses geopolíticos occidentales en armas y petróleo. No es casualidad que los países árabes sean el mayor mercado de armas del mundo.

Buenos y malos

Los intereses económicos y estratégicos de Occidente se reflejan en la forma en que se abordan normalmente ciertos temas, como el fundamentalismo islámico. La información sobre acontecimientos en países como Irán, Irak y Afganistán es presentada en relación a los objetivos reconocidos de Estados Unidos y sus aliados en la posguerra fría. Y como Occidente domina los medios tecnológicos de comunicación, su mensaje se globaliza.

Casi invariablemente, cualquier historia sobre Irán en la prensa occidental se trata de los excesos del régimen. Antes de la revolución islámica de 1979, durante el gobierno del Shah, Irán era uno de los ejes de la política estadounidense en el Golfo y tenía una prensa favorable en Occidente. Aun ahora, el Shah es recordado como un "amigo" de Occidente que llevó "estabilidad" a una región inestable, aunque era a todas luces un gobernador profundamente corrupto e implacable.

Pero Irán bajo un gobierno islámico es inaceptable para Occidente, porque se rehúsa a acatar los dictados de Washington. Y, por tanto, tiene mala prensa. Por ejemplo, es imposible encontrar un artículo positivo sobre Irán en cualquier publicación occidental. En realidad, pocas personas saben -porque la prensa occidental no se los dice- que según el Informe sobre Desarrollo Humano 1994 de la ONU, Irán estuvo entre las 10 mejores posiciones en esa materia en las últimas tres décadas. Esto se logró pese a las sanciones de Estados Unidos y a las enormes deudas adquiridas durante la guerra de ocho años contra Irak, incitada y ayudada por Occidente.

No obstante, la imagen proyectada de Irán es la de "ayatolás atómicos" que se proponen destruir el mundo. La cobertura del programa de energía nuclear de Irán, por ejemplo, es desvirtuada como un proyecto de creación de una "bomba islámica". Pocas personas saben -nuevamente, porque la prensa occidental no se los dice- que la Agencia Internacional de Energía Atómica, con sede en Viena, señaló que el programa nuclear iraní tiene fines pacíficos, a diferencia de Israel, cuyas 200 ojivas atómicas nunca preocupan a los "expertos" occidentales. Irán es visto como un grave peligro para la paz mundial, aunque los mismos expertos reconocieron que aún no construyó una bomba.

Días después del cese del bombardeo israelí al Líbano, el Departamento de Estado de Estados Unidos publicó una lista de los países que según Washington patrocinan el terrorismo, compuesta por Irán, Siria, Cuba, Irak, Libia, Corea del Norte y Sudán. Aparte de los dos países socialistas -Cuba y Corea del Norte- los otros cinco son musulmanes. La mayoría de los medios de prensa reprodujeron sin ninguna crítica las afirmaciones del Departamento de Estado en cuanto a que Irán era el "principal patrocinador del terrorismo internacional", citando su supuesto apoyo a grupos terroristas desde el norte de Africa hasta Asia central. Y ahora, para disgusto de sus aliados europeos, el Congreso aprobó una ley que castiga a las compañías no estadounidenses que inviertan en Irán.

Entre los estados "renegados", Irak ocupa un lugar especial. El país estaba armado hasta los dientes gracias a Occidente y la Unión Soviética, que le apoyaron en sus esfuerzos por desbaratar la revolución islámica en Irán. Ello llevó a la primera guerra del Golfo, que costó más de un millón de vidas. Pero cuando el dictador iraquí se negó a aceptar los dictados de Washington, los medios de comunicación entraron en acción. En 1991, durante la segunda guerra del Golfo, la mayoría de la prensa occidental hizo todo lo que estaba a su alcance por actuar como instrumento de relaciones públicas del Pentágono, en lo que fue la primera guerra mundial de los medios de comunicación. Raramente se discutían los verdaderos objetivos de la guerra: la presencia militar permanente de Estados Unidos en el Golfo para controlar el petróleo y la agenda de Washington para la posguerra fría.

Afganistán es otro claro ejemplo. Los "combatientes por la libertad" mujaidines, alguna vez héroes de la prensa occidental que peleaban contra el comunismo ateo durante los últimos tiempos de la guerra fría, son los actuales "fanáticos y fundamentalistas islámicos". Cuando las tropas soviéticas estaban en Kabul, la prensa occidental estaba dominada por historias -muchas veces procedentes de Islamabad y atribuidas a fuentes diplomáticas occidentales- de la heroica lucha de los combatientes por la libertad que, para cualquier observador atento, no eran más que vendedores de drogas y mercenarios financiados por la CIA.

Desde que los rusos se fueron de Afganistán, sin embargo, la cobertura de ese desventurado país es muy diferente: los fundamentalistas son ahora parte de la amenaza que representa el Islam, característica clave del orden mundial poscomunista.

Hoy en día el Islam se presenta no sólo como el desafío ideológico que sustituyó al comunismo como enemigo de Occidente, sino como una amenaza a su seguridad. El ex secretario general de la OTAN, Willy Claes, declaró que el Islam constituye para Occidente una amenaza tan grande como lo fue en su momento el comunismo, y para contrarrestarla, la alianza atlántica ya desarrolló una estrategia militar conjunta con países como Israel, Egipto, Túnez, Marruecos y Argelia.

Una segunda guerra fría está librándose contra el Islam. En Occidente existen varias voces conservadoras, "posmodernas" y "poscomunistas" que apoyan esas peligrosas ideas. El mundo islámico se ofendió profundamente ante un artículo del analista político estadounidense Samuel Huntington, publicado en el influyente periódico Foreign Affairs en 1993. Titulado "Choque de Civilizaciones", el análisis anticipaba un mundo en el que el escenario internacional estaría dominado por conflictos de culturas. Huntington convocó a Occidente y a las naciones "occidentalizadas" a aliarse contra la nueva amenaza. Los críticos consideraron su artículo como un llamado a una nueva cruzada contra el Islam, idea que obtuvo una prensa favorable en Occidente, especialmente en Estados Unidos.

Monopolio de los medios

El problema no sería tan grave si esta "demonización" del Islam llegara sólo a la audiencia occidental, dado que desde la época de las cruzadas Occidente ve a esa religión como una amenaza. Pero la distorsión de la información no alcanza sólo al público occidental. Con la expansión de los imperios electrónicos del Norte industrial, su prensa tiene un alcance mundial instantáneo a través de la tecnología satelital y por cable. Los medios occidentales y, más específicamente, angloestadounidenses, dominan los servicios en cadena, la televisión, la radio y la prensa a nivel mundial.

La mayor parte de las noticias internacionales por televisión se difunden a través de agencias occidentales, tanto las noticias "en bruto" de Reuters Television, Worldwide Television News y APTV, como los completos informes de cadenas satelitales y de cable como CNN, Sky y BBC. Mientras, La Voz de América y el Servicio Mundial BBC, con sus diversos idiomas, dominan las ondas de radio del mundo.

Las cuatro mayores agencias de noticias internacionales -Associated Press, United Press International, Reuters y Agence France Presse, las dos primeras estadounidenses y la tercera británica- se distribuyen casi 80 por ciento de las noticias mundiales. Pese a tener un personal internacional, estas agencias promueven, consciente o inconscientemente, una agenda de noticias occidental, y más específicamente angloestadounidense.

Además, muchos diarios y revistas del mundo en desarrollo incluyen regularmente y con orgullo comentarios y artículos de grandes medios de prensa occidentales, gracias a acuerdos especiales. De esa forma, la gran prensa occidental logra construir una agenda de noticias global conforme a los intereses de sus países.

Pero además de usar la prensa occidental como fuente de sus artículos, muchos periodistas del Sur, especialmente los que pertenecen a la élite de los medios locales, imitan su lenguaje, sus valores y su estilo, sin importarles si son inapropiados y hasta contrarios a los intereses de las sociedades en desarrollo.

Daya Kishan Thussu es profesor de periodismo y comunicación internacional en la Universidad Coventry, Gran Bretaña.

Este artículo fue publicado en Economic and Political Weekly, el 8 de febrero de 1997.






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