No. 69 - Julio 1997
Bioseguridad
BIOÉTICA: UN TEMA DEL TERCER MUNDO
por
Vandana Shiva
La industria de la biotecnología sostiene que la bioética es un lujo para el Tercer Mundo. La autora asegura que este argumento constituye una invitación a la catástrofe.
En un artículo reciente ("El debate ficticio sobre bioética", en Biotechnology and Development Monitor), Suman Sahai expresó que los dilemas éticos son en gran medida un lujo de los países desarrollados que están fuera de las posibilidades del Tercer Mundo. Para ella, el debate sobre la bioética, o ética de la bioseguridad, es un fenómeno esencialmente occidental.
Discrepo con el contenido de las afirmaciones de Suman Sahai en cuanto a que la bioética no es un problema del Tercer Mundo y que la ética resulta un lujo para estos países. De hecho, es esta separación entre ética y tecnología la que constituye un fenómeno particularmente occidental y al descalificar el debate sobre bioética Suman Sahai habla como la industria trasnacional de la biotecnología, para la que la ética es un "tema intrascendente". Sahai recibió en Internet el entusiasta apoyo de Henry Miller, del Instituto Hoover de la Universidad de Stanford, un think tank conservador que ha actuado como el principal vocero de la industria de la biotecnología de Estados Unidos.
La industria de la biotecnología utiliza sistemáticamente el argumento de que la bioética es un lujo para el Tercer Mundo, y que la ética y la seguridad son temas insignificantes para los hambrientos. Esta fue también la lógica utilizada por Lawrence Summers cuando recomendó instalar la industria contaminante en el Tercer Mundo. Disociar las consideraciones éticas de las decisiones tecnológicas y económicas es una forma de pensamiento occidental. Se trata de una dicotomía importada, que posibilita el control y la colonización.
La separación de la ciencia y la tecnología por un lado y la ética por el otro se basa en la división cartesiana entre materia (res extensa) y mente (res cognitans), en que la mente objetiva adquiere el conocimiento objetivo y neutral de la naturaleza. También Hume dijo que no era posible hacer una deducción lógica de lo que "es" para establecer lo que "debería ser". La "guillotina de Hume" fue un instrumento eficaz para disociar la ética de la ciencia, que en la filosofía empírica y positivista supuestamente debía ofrecer una visión objetiva de lo que "es".
No obstante, el conocimiento no es neutral; es producto de los valores del conocedor y de la cultura de la cual forma parte. Ética y ciencia están relacionadas porque los valores son intrínsecos a la ciencia. La ética y la tecnología están relacionadas porque los valores dan forma a la tecnología, a las opciones tecnológicas, y determinan quién gana y quién pierde con los impactos de la tecnología en la sociedad.
Existen varias razones para que la bioética sea más importante aún para el Tercer Mundo que para Occidente.
En primer lugar, la ética y los valores son elementos distintivos de nuestra identidad cultural y de nuestra civilización pluralista.
El antiguo Ishoupanishad decía: "El universo es la creación del Poder Superior para beneficio de toda la creación. Cada forma de vida individual, por tanto, debe aprender a disfrutar de sus beneficios trabajando una parte del sistema en estrecha relación con otras especies. No permitáis que una especie usurpe los derechos de las otras".
Al cumplir 70 años, el Dalai Lama me envió un mensaje después de mi disertación sobre nuevas tecnologías y nuevos derechos de propiedad: "Todos los seres sensibles, incluidos los insectos más pequeños, se quieren. Todos tienen derecho a superar el sufrimiento y alcanzar la felicidad. Por eso mis oraciones son para que demostremos amor y compasión por todos".
Tagore, en su famoso ensayo Tapovan, expresó: "La civilización occidental contemporánea está hecha de ladrillo y madera. Tiene sus raíces en la ciudad. Pero el rasgo que distingue a la civilización india es que su fuente de regeneración, tanto material como intelectual, es el bosque, no la ciudad. Las mejores ideas de India han venido de donde el hombre estaba en comunión con los árboles, los ríos y los lagos, alejado de las muchedumbres. La paz del bosque ayudó a la evolución intelectual del ser humano. La cultura del bosque fue el alimento de la cultura de la sociedad india. La cultura que surgió del bosque ha sido influenciada por los diversos procesos de renovación de la vida que se producen constantemente en el bosque, variando en cada especie y en cada estación, tanto en apariencia como en sonido y fragancia. Fue así que el principio unificador de la vida en la diversidad, de pluralismo democrático, se convirtió en el principio de la civilización india".
La compasión y el interés por otras especies es, pues, propio de nuestra cultura pluralista, y la bioética tiene su sustento en esta tradición indígena.
En segundo lugar, la bioética es particularmente importante para nosotros porque las trasnacionales del Norte están pirateando la diversidad biológica y humana del Tercer Mundo. Estas empresas se atreven a decir que la ética no tiene relación con la apropiación de la biodiversidad del Sur, pero los pueblos indígenas y los agricultores del Tercer Mundo, cuyas muestras de sangre y semillas son tomadas gratuitamente y luego patentadas y comercializadas, no pueden renunciar a la ética y la justicia. Es más, fueron las comunidades del Tercer Mundo las que plantearon por primera vez el imperativo de la bioética en estos temas.
En tercer lugar, la dimensión que tengan los valores determina el contexto del desarrollo de la biotecnología, debido a los temas de seguridad. De hecho, fue el Sur el que introdujo el Artículo 19.3 y logró que en el Convenio sobre la Diversidad Biológica se adoptara la decisión de elaborar un protocolo sobre bioseguridad. Y sigue siendo el que encabeza el debate sobre la ética de la bioseguridad.
La bioética y las decisiones en materia de valores son necesarias en el Tercer Mundo porque la biotecnología, como cualquier tecnología, no es neutral en sus impactos. Trae beneficios desmesurados para algunos y costos desproporcionados para otros. Preguntarse quién gana y quién pierde, y cuáles son los beneficios y cuáles los costos, equivale a hacer preguntas éticas. Es el Tercer Mundo el que planteó estos temas en el Convenio sobre la Diversidad Biológica. Son los países industrializados poderosos los que insisten en que la bioética es un lujo para el Tercer Mundo.
Lamentablemente, Suman Sahai se sumó al coro de los países del Norte. En su artículo da por sentado que lo que es bueno para las trasnacionales es bueno para la gente, que lo que es bueno para las empresas de semillas es bueno para los agricultores. Presenta al tomate "Flavr Savr" como ejemplo de una aplicación de la biotecnología que resulta promisoria para el Tercer Mundo y da a entender que las decisiones éticas y de valor sobre dicho tomate impedirán que los agricultores y consumidores de India se beneficien del mismo.
El "Flavr Savr" es un mal ejemplo porque fue una tecnología que sirvió a los intereses de la industria comercial, que necesita tomates con mayor vida de anaquel. Pero las necesidades de los grupos comerciales no reflejan las necesidades de la gente. La alternativa a una mayor vida de anaquel y a la comercialización a lugares distantes no es la ingeniería genética de frutas y verduras. La alternativa es reducir la escala comercial. Cuba, por ejemplo, para hacer frente a la crisis provocada por el embargo comercial de Estados Unidos creó miles de huertas urbanas orgánicas para cubrir las necesidades de la población dentro de los propios límites municipales.
El transporte a largas distancias de alimentos básicos que podrían cultivarse localmente, sirve a los intereses de la agroindustria mundial, no al pequeño agricultor.
Es así que Pepsico, que pagó sólo 0,75 rupias a los agricultores del Punjab por el cultivo de tomates, a la hora de exportarlos percibió 10 rupias por concepto de subsidios al transporte. Sin ese subsidio, el abastecimiento no local de alimentos controlados por las trasnacionales y producidos con métodos que requieren un uso intensivo de capital, no hubiera podido desplazar a la producción local de alimentos producidos de manera sustentable y con bajos insumos externos.
Los grupos empresariales que controlan la producción y la distribución mundial necesitan tomates que se adapten a las necesidades de empaquetamiento y tomates que no se echen a perder. No es esa la necesidad de los pequeños agricultores ni de los consumidores que buscan productos frescos. La gente necesita alimentos producidos localmente, que puedan consumirse lo más cerca posible del lugar de producción.
En todo caso, los milagros de la biotecnología, que se hacen aparecer como inevitables, tampoco son confiables. El tomate "Flavr Savr" fue un fracaso y Calgene, la compañía que lo inventó, tuvo que ser comprada por Monsanto para salvarse de la ruina.
Los beneficios desmedidos y los beneficiarios con carácter universal tienen consecuencias éticas y económicas. Es importante analizar los logros reales de la biotecnología y tomar decisiones éticas en función de qué es lo que la biotecnología tiene para ofrecer y para quién, tanto en términos de costos como en términos de beneficios.
Declarar que la ética y los valores no son importantes para el Tercer Mundo en el contexto de la biotecnología constituye una invitación para la colonización intelectual. En el peor de los casos, es una invitación a la catástrofe.
Vandana Shiva, física, filósofa y ecofeminista, es directora de la Fundación para la Investigación de la Ciencia, la Tecnología y la Ecología, de India, y vicepresidenta de la Red del Tercer Mundo.
|