No. 69 - Julio 1997
por
Roberto Bissio
La sesión especial de la Asamblea General de las Naciones Unidas dedicada a evaluar los esfuerzos a favor del medio ambiente y el desarrollo terminó en junio en Nueva York con un notorio fracaso.
La sesión especial de la Asamblea General de las Naciones Unidas dedicada a evaluar los esfuerzos a favor del medio ambiente y el desarrollo terminó en junio en Nueva York con un notorio fracaso. Después de meses de discusión y aunque más de 40 jefes de Estado concurrieron a expresar su compromiso con las metas del "desarrollo sustentable" (la propuesta de combinar crecimiento económico con políticas ambientalmente sanas), los diplomáticos no consiguieron ponerse de acuerdo en una declaración política. Sólo lograron consenso en torno a un "programa" de 137 párrafos que es más una agenda para futuras discusiones que un plan de acción con metas concretas y compromisos específicos.
El incumplimiento de lo prometido hace cinco años en Río de Janeiro fue sin duda la causa del estancamiento diplomático. Estados Unidos continúa reacio a reducir sus emisiones de los gases que están calentando el clima mundial, para no enfriar su economía; la Unión Europea ha bajado sus niveles de ayuda al desarrollo en lugar de aumentarlos, porque la moneda única obliga a contraer los presupuestos; el Tercer Mundo no tiene incentivos para adoptar políticas ambientalmente sanas que los ricos no aplican en sus casas. La "mano invisible" de los mercados globalizados empuja a todos a mirar por sus intereses comerciales de corto plazo con la vaga esperanza de que alguien (otro) se ocupe del planeta.
"Por primera vez hemos reconocido las limitaciones de nuestras promesas", dijo el embajador de Malasia, Razali Ismail, presidente de la Asamblea General, en un esfuerzo por subrayar el lado positivo de las cosas. Cabe a los ciudadanos preguntar ahora a sus gobernantes por qué han vuelto de Nueva York con las manos vacías y no contentarse con nuevas promesas.
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