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No. 69 - Julio 1997

GOBIERNOS EN DEUDA CON LA TIERRA

Hace cinco años los gobernantes de todo el mundo se reunieron en Río de Janeiro en la Cumbre de la Tierra y se comprometieron a implementar el "Programa 21" para iniciar el nuevo siglo con un sistema mundial de desarrollo sustentable capaz de "satisfacer las necesidades de las generaciones actuales sin sacrificar las posibilidades de las generaciones futuras". Reunidos nuevamente en junio en Nueva York para evaluar lo actuado, sus conclusiones no podían ser más desalentadoras. La Asamblea General de la ONU concluyó con un notorio fracaso, sin aprobar una declaración política.

A cinco años de la Cumbre de la Tierra, los gobernantes de todo el mundo se reunieron en junio en Nueva York. Sus conclusiones, en el documento aprobado por la Asamblea General de las Naciones Unidas (ONU), no podían ser más desalentadoras: "El estado del medio ambiente mundial ha seguido deteriorándose (...) y la tendencia es a que empeore. Muchas emisiones contaminantes, en particular de sustancias tóxicas y gases de efecto invernadero, así como el volumen de basura, continúan en aumento. Sólo se ha prestado una atención marginal a modificar los estilos no sustentables de producción y consumo. El progreso ha sido insuficiente en el manejo ambientalmente sano y el control adecuado de las sustancias peligrosas y los desechos radiactivos. Muchos países con altos índices de crecimiento económico sufren niveles en aumento de contaminación del aire y del agua, con impactos acumulativos sobre la vida humana. La lluvia ácida y la contaminación transfronteriza del aire, antes considerada un problema de los países industrializados, es un problema creciente en muchas regiones en desarrollo. En las regiones más pobres del mundo, la pobreza contribuye a degradar los recursos naturales y la desertificación avanza mientras que, sobre todo en Africa, la productividad agrícola decae. El suministro inadecuado de agua agrava los problemas de salud y desnutrición; (...) la diversidad biológica disminuyen a nivel global los recursos renovables, en particular el agua dulce, los bosques el suelo y la pesca son usados más allá de su capacidad de regeneración".

Pero la Cumbre de la Tierra no fue sólo sobre medio ambiente, sino también sobre desarrollo. Y en esta área el balance es igualmente negativo, como constata el documento aprobado por los gobernantes en Nueva York: "Estos cinco años se han caracterizado por una globalización acelerada en las áreas de comercio, inversión y mercados de capital [cuyo] impacto sobre los países en desarrollo ha sido desigual. Un número limitado de ellos ha atraído un gran flujo de capital externo privado y ha experimentado un crecimiento económico, pero muchos otros países han tenido crecimiento lento o negativo y siguen marginados".

El 2 y 3 de abril, la Red del Tercer Mundo y el Grupo de los 77 organizaron un seminario sobre "Globalización y desarrollo sustentable" en la sede de la ONU en Nueva York.

El seminario reunió a especialistas, diplomáticos y autoridades políticas de la Red del Tercer Mundo así como personal de la ONU, quienes examinaron varias facetas críticas de la globalización económica y su repercusión ambiental y social.

La conclusión a la que se arribó fue que no se han cumplido los dos principales acuerdos políticos de la Cumbre de la Tierra de 1992: prestación de ayuda y transferencia tecnológica a los países en desarrollo, que posibilitaran su transición al desarrollo sustentable.

Pero la ayuda decayó desde 1992 y la transferencia tecnológica se vio trabada por las normas de propiedad intelectual de la Organización Mundial de Comercio (OMC), que dificultarán aún más el acceso del Sur a la tecnología ambientalmente benigna. También pueden favorecer la "biopiratería", o la salida sin retribución de materiales biológicos y conocimiento del Sur al Norte.

Los acuerdos de 1994 en Marrakech, no sólo institucionalizaron la estrecha forma comercial de la globalización que ahora campea en el mundo, sino que desconocieron gran parte de los Acuerdos de la Cumbre de la Tierra establecidos en Río en 1992.

Las estructuras y la dinámica económica y social que son la base misma de la crisis ambiental, no han sido modificadas. Por el contrario, se fortalecieron, y los países están presionados a liberalizar aún más sus mercados y desregularlos en casi todas las esferas, siguiendo las normas de las instituciones de Bretton Woods y la OMC.

Los dictados de la competencia global y la necesidad de complacer los intereses de las grandes empresas se han asumido como los objetivos obsesivos de los programas políticos. Mientras, las prioridades sociales y ambientales se han dejado por el camino. Este es el estado lastimoso en que se encuentra el "desarrollo sustentable".

Todo esto señala que los objetivos de sustentabilidad son hoy más importantes que nunca. Para alcanzarlos no podemos considerar a la globalización como un proceso "inevitable" o "intocable". Por el contrario, es necesario que los dirigentes políticos reafirmen su autoridad y tomen control del proceso, apartándolo de la senda suicida que transita hoy y dirigiéndolo hacia objetivos sociales y sustentables.






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