No. 70 - Agosto 1997
Salud
LA INSEGURIDAD DE LOS LÍMITES SEGUROS
por
Luis Sabini
La clave para establecer los límites de toxicidad recibe en los países anglófonos un nombre sonoro: ALARA (As Low As Reasonably Achievable). Es un "principio de seguridad" tan bajo como razonablemente se pueda conseguir. Y la sigla revela en toda su crudeza los fundamentos bien prácticos y poco científicos de los sacralizados límites.
Los límites de toxicidad para el plomo en la gasolina fueron fijados en
Estados Unidos en 1970 en 60 ug (microgramos) por cada 100 centímetros cúbicos
de sangre. En 1975, sin embargo, esos límites eran establecidos por las mismas
autoridades en 30 ug por igual cantidad de sangre.(Ver cuadro 1)
En 1989 se fijó el umbral cero para el plomo en gasolina. No existe límite
seguro para el plomo en la sangre. Siempre hace daño aunque no sea rastreable.
Observando históricamente los valores del cuadro, no desde el presente en que ya
conocemos el desenlace, ¿acaso lo que era nocivo en 1970 había cuadruplicado su
nocividad hacia 1986? No lo parece. ¿O tal vez se había subestimado la toxicidad
del plomo en 1960, o en 1980 y finalmente en 1989 se descubrió su toxicidad
absoluta, sin atenuantes? Tampoco, puesto que en la década del 20 una médica
norteamericana, Alice Hamilton, había denunciado la toxicidad del plomo en la
gasolina y había enumerado precisamente las secuelas que se esgrimieron para la
prohibición más de medio siglo después. Dejemos momentáneamente estas preguntas
sin respuesta.
Frances Moore Lappé, también norteamericana e investigadora sobre alimentos,
dice: "el límite de tolerancia para el mercurio era en Estados Unidos de cero
hasta el 30 de diciembre de 1970. Pero considerando el hecho de que el agro y la
industria estadounidense emplean anualmente más de 400 toneladas de mercurio,
los ministerios de Sanidad y Agricultura toman el acuerdo de abandonar dicho
límite de tolerancia el 31 de diciembre de 1970". (La dieta ecológica.
Barcelona, Los libros de Integral, 1988, p. 47). Y añade: "Los límites de
tolerancia de los compuestos orgánicos que contienen ácido fosfórico (como el
malathion y el parathion) tuvieron que elevarse cuando se comprobó que, en el
estado de Montana, los restos de estos plaguicidas en la leche empezaban a
aumentar". (p. 48)
Los dos últimos ejemplos se refieren a límites que suben, al revés del primero.
Y con la radiactividad, ¿qué pasa?
La Comunidad Económica Europea, predecesora de la actual Unión, tenía como
límites en la década del 80, 370 becquerel para un kilogramo de alimento para
adultos y 600 becq. en comida para niños. Pero entonces sobreviene Chernobyl
(abril de 1986). La Unión Europea (UE) cree acertado aumentar los umbrales hasta
entonces sacrosantos y fija 1.000 becq. para la leche y 1.250 para la comida
para adultos. Sin embargo, estos umbrales distan de tener unanimidad en la misma
Europa. Después de Chernobyl la tolerancia legal admitida para la presencia de
cesio (radiactivo) en la leche fue fijada de muy diversa manera en distintos
países o municipios europeos, pertenecientes o no a la UE. (Ver cuadro 2).
El umbral diario de radiactividad admitido hace unos años era, cinco rem
(alrededor de 600 rem diarios se considera dosis letal para todo ser humano;
alrededor de 500 aniquila a la mitad de una población). Nuevos estudios sobre
los efectos de la radiactividad han llevado a que diversas organizaciones
ambientalistas y médicas internacionales, estas últimas atendiendo a la
radiactividad empleada con fines médicos, postulen en la actualidad fijar un
límite de dos rem diarios. Como vemos, otro cambio sustancial de límites.
La extraordinaria fijeza de los límites
Hemos visto la "elasticidad" de los límites. Veamos algunos ejemplos de fijación
de umbrales: El Código de Regulación Federal (CFR) de Estados Unidos establece
por ejemplo el siguiente límite para el bromato de potasio: "El monto del
aditivo presente en la masa no habrá de exceder 75 ppm" (equivalentes
aproximadamente a microgramos). Nos preguntamos: ¿serán 90 ppm tóxicas y en
cambio 60 ppm inocuas? Con respecto al amarillo prusia de soda, como aditivo de
la sal, sostiene que "su nivel no habrá de exceder las 13 ppm". En el caso del
ácido sulfúrico, establece el límite de 0,014 por ciento en bebidas alcohólicas
y de 0,0003 por ciento en quesos.
La impresión ante tanta estrictez y a la vez diversidad de límites, ante tanta
movilidad o fluctuación y ante tanta disparidad de umbrales para los mismos
productos en distintos lugares no es propiamente tranquilizadora. Porque tenemos
que recordar que estamos hablando de venenos, de venenos a menudo escalofriantes
y ante los cuales la mente humana tiene dificultad en percibir sus
potencialidades.
Se estima que 30 gramos de dioxina (un derivado insalvable e insalubre de la
elaboración de cloro o de productos clorados) puede afectar 60 millones de
toneladas de alimentos. Que para un animal de 20 kilogramos la dosis mortal es
0,1 ppm (la décima parte de un microgramo).
La concentración máxima de plomo que puede respirarse durante un turno de ocho
horas es 0,2 ug por metro cúbico de aire, sostiene el Diccionario Ecológico
Rioduero. ¿Qué significa? ¿Menos de 0,2 es inocua y con más de 0,2 el respirante
presenta trastornos? ¿Trastornos visibles, clínicos o subclínicos, de los que
suelen descubrirse cuando el daño ha adquirido dimensiones graves?
Por su parte, la OMS tiene establecidos estos límites para metales pesados y
otras sustancias reputadas como altamente tóxicas (Ver cuadro 3).
Los límites aplicados a nuestra alimentación
En general, los técnicos que laboran estas sustancias son conscientes de su alta
toxicidad, del carácter, por ejemplo cancerígeno, de muchos de tales aditivos,
conocen estudios hechos en laboratorios con animales que han revelado el
carácter cancerígeno o teratogénico del producto en cuestión. Pero en general,
han encontrado la fórmula que los "salva": los límites. La frase "superando
cierto límite sí que son peligrosos" es la que le permite a médicos, químicos,
bromatólogos, técnicos alimentarios, y afines trajinar con tales venenos en
estado de "gracia", sin crisis éticas. Sólo se trataría de manipular dichas
sustancias por debajo de los límites sacralizados e instaurados en listas y
códigos por "las autoridades".
Sin embargo, allí precisamente está la pregunta clave: ¿No serán peligrosas las
dosis inferiores a la de los límites establecidos?
Llegados a este punto, los técnicos manejan el concepto de "dosis letal". Todos
estos aditivos tienen dosis letales comprobadas (así como, si uno se fumara
ciento cincuenta cigarrillos todos a la vez, o se le inyectara la nicotina
equivalente, el choque nicotínico sería mortal para la inmensa mayoría de los
humanos). Por debajo de ella, tenemos las dosis comprobadamente cancerígenas, en
animales de laboratorio. Es decir, la dosis mínima de la sustancia en cuestión
que provoca cáncer. Lo que se hace generalmente es usar esta última como base
para la siguiente magnitud de aditivos, la autorizada, "la buena": se la divide
entre cien y esta última medida es la que se fija como dosis legalmente
autorizada.
Como se ve, el margen es generoso, pero totalmente inseguro. Y arbitrario.
En primer lugar, estos estudios, a menudo los únicos que se hacen para autorizar
el ingreso a mercado de un aditivo, no ponderan el efecto acumulativo. Nadie
sabe cuánto se resiente un organismo y cuánto se limpia frente a tales tóxicos.
Es posible, además, que distintos cuerpos reaccionen de manera distinta y que
los mismos cuerpos reaccionen de manera diferente ante diversos aditivos.
En segundo lugar, esta fantasiosa manera de fijar "valores aceptables" adolece
de otra grave falencia: desconoce el efecto sinérgico, que eventualmente puedan
tener diversos tóxicos entre sí. Los límites se establecen como si el consumidor
fuera a ingerir un único aditivo y por una única vez. Nada más alejado de la
realidad. Como decía un técnico en alimentación: se establece un límite para el
benzoato de sodio (un bactericida, como tal, conservante) con una tolerancia
máxima como si quien lo va a ingerir, en una mermelada, por ejemplo, se nutriera
exclusivamente de mermelada y de una vez para siempre. Pero lo cierto es que me
desayuno con la mermelada con benzoato de sodio, untada sobre un pan con bromato
de potasio, a mediodía me como un prepizza con aditivos (¿cómo introducirla si
no, en el mercado como mercadería de góndola, de salida no instantánea?), a la
que le agrego salame o jamón que vienen a su vez conservados con nitratos, que
muy fácilmente se hacen nitritos; de postre me como una salsa sintética "color
vainilla" que de vainilla no tiene ni el color. Termino el almuerzo con un
ansiolítico y sigo, durante todo el día, ingiriendo una cantidad de productos
tóxicos. Después uno se pregunta de dónde ha venido el cáncer. La etiología, sin
embargo, es nítida: de todas las cosas tóxicas que se ha ingerido a diario
durante toda su vida.
¿Fijos o móviles?, o cómo hablar de un rulo lacio
¿Cómo se logra establecer estos benditos límites a los que se aferran tantos
toxicólogos bienpensantes, tantas autoridades que procuran cubrir paternalmente
nuestras necesidades de protección y confianza?
La clave recibe en los países anglófonos un nombre sonoro: ALARA.
ALARA es un "principio de seguridad" bajo la forma de sigla: As Low As
Reasonably Achievable (tan bajo como razonablemente se pueda conseguir). La
sigla revela en toda su crudeza los fundamentos bien prácticos y poco
científicos de los sacralizados límites.
Esta misma raíz pragmática del concepto legitimador de los límites nos presenta
desde su enunciación un problema a nosotros, que no pertenecemos al área
precisamente protagónica del planeta y por lo tanto no nos hemos embebido del
pragmatismo como el aparato conceptual fundamental. Para anglófonos, está claro
que ALARA no es una verdad absoluta sino más bien una herramienta presuntamente
útil, que expresa límites circunstancialmente obtenidos (ya veremos cómo).
Trasladado a nuestro universo, adoptamos el concepto de límite o umbral
atribuyéndole rasgos de "verdad" que dista de tener. Basta hablar con quienes
por aquí los manejan para darse cuenta de ello.
Quién, cómo, por qué
Los límites no se establecen por la toxicidad intrínseca de un veneno sino por
una evaluación de las posibilidades razonables de limitarlo. ¿De dónde proviene
semejante razonabilidad? No de la ciencia, que es lo que el pensamiento ingenuo
contestaría. Se trata de una definición sobre la base de lo útil, no de lo
verdadero.
Hablemos de países que se presentan como los más responsables en esta cuestión
de la intoxicación ambiental a través de alimentos, y que ofician como
orientadores en el rubro.
Quién
¿Quién resuelve los benditos "umbrales de seguridad" en Estados Unidos, ésos que
después la FDA y la EPA controlan (se supone que) tan celosamente? Provienen de
la ley. La ley es firmada por legisladores pero redactada en comités
parlamentarios. Tales comités reciben la asistencia de técnicos en cada área
específica. ¿De dónde provienen dichos técnicos? Suelen pertenecer a la rama de
actividad que concierne con el producto a legislar. Es decir, que los
representantes del mundo empresarial son el elemento decisivo para la
legislación que los va a controlar a ellos mismos. ¿En qué quedamos? ¿Pueden ser
juez y parte? Parece obvia la respuesta.
¿Qué papel les queda a quienes no pertenecen directamente a la rama de actividad
implicada en la puesta en mercado de dicho producto? Por ejemplo, a las
universidades, las organizaciones ambientalistas, los consumidores?
Prácticamente ninguno. Salvo el que logran mediante una movilización social o
callejera que "sensibilice" el mecanismos decisorio. Pero esa tarea de crítica
investigación, resistencia es como arar en el mar: cada año salen al mercado
decenas de miles de productos químicos nuevos, sintéticos, la mayoría sin "ficha
técnica", o con unos "antecedentes" que demasiado a menudo se han revelado
insuficientes o miopes; lo que pasa es que el mercado tiene sus urgencias. ¿Cómo
luchar en decenas de miles de frentes?. O en la mitad; supongamos a la otra
mitad inocuos.
Cómo
El mundo empresarial es consciente que cuanto más bajo se establezca un límite
de seguridad sobre un tóxico reconocido, más caro le resultará adaptarse a tales
límites. Por ejemplo, mejores filtros, depuraciones más costosas, plazos de
gracia para obtener una reconversión, incremento en los costos de investigación
alternativos, mejores trajes, instrumental afinado, etcétera. Con un umbral más
"generoso", decrecen, claro, los costos fabriles, pero pueden aumentar los
resarcimientos por casos de cáncer sobre diversos usuarios/víctimas. Se evalúa
lo que sale más caro. Si las muertes (los muertos) por cáncer o las mejoras en
la planta. Allí, en ese pragmático equilibrio, alcanzamos "el límite razonable".
La producción mundial de clorados se estima en unas cien millones de toneladas
anuales. Que causa unos 100.000 casos de cáncer de vejiga anuales. Para la
población mundial actual, constituye un 0,002 por ciento, dos casos por cada
100.000 habitantes. ¿Una bagatela?
Veamos cómo describe el ya citado CFR de los Estados Unidos la obtención de
límites:
"Cualquier sustancia venenosa o deletérea agregada a cualquier comida, excepto
cuando semejante sustancia sea necesaria en la producción correspondiente o no
pueda ser evitada mediante una buena práctica manufacturera, habrá de ser
considerada como no segura en lo que tiene relación con la puesta en práctica de
la cláusula 2A de la sección 362 (a) de este apartado; pero cuando dicha
sustancia es de ese modo requerida o no puede ser así evitada, el secretario
habrá de promulgar regulaciones limitando la cantidad en esto o en eso hasta una
medida que él encuentre necesaria para la protección de la salud pública, y toda
cantidad que exceda los límites así establecidos será asimismo considerada como
no segura". ¿Ahora estamos más tranquilos?
¿Cómo se define en este mismo código -obra clave para "toxicólogos periféricos"-
lo opuesto, lo que se considera seguro? "Seguro o seguridad quiere decir que hay
una razonable certeza en las mentes de los científicos competentes sobre que la
sustancia en cuestión no es dañosa en las condiciones indicadas de uso".
Conocíamos el concepto chicle de "hasta donde él encuentre necesario"; ahora le
podemos agregar los de "razonable" y "competente".
Por qué
Los límites responden a necesidades de la industria, de los centro económicos de
poder. El cuidado de la salud de los usuarios no es sino un aspecto derivado. La
pregunta es más bien por qué intervienen tantos tóxicos en la formación de los
alimentos. Porque si algo creemos profundamente de los alimentos es que son lo
opuesto de venenos. Y no que constituyen una combinación perversa.
Y el vicio se hace virtud
Lo que hace más arduo el problema es que, santificados por los medios de
disuasión social -la propaganda de todos los productos que se nos invita a
ingerir cada día- los límites pierden su carácter referencial de venenos y
tóxicos en general para convertirse en referentes de excelencia. No se trata ya
de llegar al umbral cero sino al umbral equis auspiciado por tal o cual
disposición. Así tenemos perversiones semánticas de las que presento algunas a
modo de ejemplo:
* "Informe semanal de contaminación en la ciudad de Buenos Aires". Se mide
monóxido de carbono, que varía en las mediciones consultadas entre dos y 11 ppm.
Y se aclara al final: "El límite máximo -nueve ppm- es el recomendado por la
Organización Mundial de la Salud (OMS)". ¿Cómo recomendado? Lo que habría que
recomendar es cero o lo más cerca del cero posible. Nueve es en todo caso el
límite que, en el momento actual, los técnicos de la OMS consideran el umbral
pasado el cual la toxicidad es intolerable.
* Otro ejemplo más "pesado", o propiamente indigesto. Desde que la industria
petroquímica ha hecho su negocio con la difusión de envases plásticos para toda
suerte de alimentos una curiosa categoría ha sufrido una expansión temible: las
migraciones. Es decir, la cesión de sustancias que los envases "ofrecen" a los
alimentos y que por consiguiente los consumidores ingerimos junto con el
contenido de dichos envases. Aquí también el sentido común nos dice que la mejor
ingestión es la ingestión cero de envase o de desprendimientos de envases. Pero
las autoridades que rigen efectivamente la confección de lo que la población
consume del envase, tiene otro concepto: PADI, (Packaging Acceptable Daily
Intake). "Se define la 'ingesta diaria aceptable de envasamiento' que es el
máximo nivel permitido de migración específica de un determinado componente del
plástico y que surge de los ensayos de toxicidad con animales". (Seminario sobre
envases organizado por el IAE, 1991).
No sólo tenemos migraciones, es decir que ingerimos tóxicos que incluso los
propios técnicos que los defienden reconocen como cancerígenos pasados
determinados límites, con jamones o quesos, legumbres o carnes, sino que, hasta
determinado límite eso es aceptable. Sólo falta que nos digan que es saludable.
Una fábrica de buena conciencia
La cultura de los límites es una fabricante de buena conciencia, ya que no de
productos inocuos. Los industriales se aferran al cumplimiento de tales límites
como grandes logros, cuando en realidad dichos umbrales son los que les permiten
justamente mantener la rentabilidad de sus emprendimientos.
Así tenemos que, por ejemplo, grandes usuarios de CFC -los clorofluorocarbonados
que están aniquilando la capa de ozono-, por ejemplo, los fabricantes de
sistemas de refrigeración, hacen propaganda explicando que sus recursos técnicos
"disminuyen la agresión a la capa de ozono" cuando de lo que se trata es de que
no exista semejante agresión. Lo mismo pasa con las "gasolinas ecológicas" que
procesan la misma cantidad de gases tóxicos por, digamos, 10.000 kilómetros de
recorrido (más de cien kilogramos de hidrocarburos gasificados, cancerígenos, y
varios cientos de kilogramos de monóxido de carbono que contribuye al efecto
invernadero, amén de algunos kilogramos en gases de óxido de nitrógeno.
En rigor, únicamente han suprimido la contaminación aérea del plomo. Parece un
poco magro el resultado para que se la bautice "ecológica". Pero no es extraño.
Es la curiosa metamorfosis del vicio en virtud.
Cuadro 1
1970 |
60 ug por cada 100 cc. de sangre |
|
1971 |
40 ug " " " " " " |
|
1975 |
30 ug " " " " " " |
|
1985 |
25 ug " " " " " " |
|
1986 |
15 ug " " " " " " |
|
1989 |
0 ug " " " " " " |
|
Fuente: Oficina de la Salud de Estados Unidos y
Canadá (citado por M. Epelbaum, seminario de Greenpeace para el Río de la Plata,
1991).
Cuadro 2
Alemania (RFA) |
500 becq |
|
Hessen * |
20 " |
|
Noruega |
1000 " |
|
Finlandia |
2000 " |
|
Suecia |
2000 " |
|
Austria |
74 " |
|
* En el estado alemán de Hessen se nota la
presencia de los Verdes al frente del gobierno estadual.
Cuadro 3
plomo |
hasta 100 ug por litro |
|
arsénico |
" 50 ug " " |
|
selenio |
" 10 ug " " |
|
cianuro |
" 50 ug " " |
|
cadmio |
" 10 ug " " |
|
nitratos |
" 45000 ug " " |
|
|