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   No. 70 - Agosto 1997
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No. 70 - Agosto 1997

SIN DIVÁN

por Estela Acosta y Lara

Los programas de autoayuda florecen en Internet. Tras la derrota de Kasparov ante Deep Blue, ¿correrán los psicoterapeutas la misma suerte que los ajedrecistas?

En los años 60, el programa Eliza, de J. Weizembaum, uno de los pioneros en las investigaciones en Inteligencia Artificial, emulaba un psicoterapeuta rogeriano en una sesión. El usuario/paciente "hablaba" con el programa, que "respondía" retomando algunas de las palabras y formulando preguntas.
Eliza no había sido programada para ser una buena psicoterapeuta, su actividad era una mera excusa para evaluar su comportamiento lingüístico. Pero a Weizembaum le llamó mucho la atención el tipo de relación que las personas establecían con la máquina: aún las que sabían que interactuaban con un programa se comportaban como si su interlocutor fuera un ser humano. Las reflexiones que esto provocó en Weizenbaum lo llevaron a escribir el ahora clásico La frontera entre el ordenador y la mente. (Más sobre Eliza en: afs/cs.cmu.edu/project/ai.repository/ai/html/air.html).

La línea de programas de autoayuda inaugurada por Eliza ha seguido desarrollándose. Cada vez más especializados, pueden encontrarse programas para superar la depresión, controlar el estrés, mejorar la autoestima, prevenir el suicidio. Aunque una búsqueda por la palabra "suicidio" puede conducir también al grupo alt.suicide.holiday, donde se proponen diversos métodos para la autoeliminación... Otros, menos fatalistas, ofrecen una serie de tests de personalidad (a 20 dólares cada uno) orientados a mejorar el puntaje en los tantas veces temidos exámenes psicológicos a los que las empresas reclutadoras de personal someten a los candidatos a un nuevo empleo.

Actualmente, las tecnologías informáticas que se utilizan para el tratamiento de problemas psicológicos llegan a situaciones que parecen extraídas de una obra de ciencia ficción, como la creación de entornos de realidad virtual para pacientes con fobias.

Y como era de esperarse, en el ciberespacio definido por la red informática Internet, la oferta de atención psicológica es grande y va en aumento. La posibilidad de agrupar personas que ofrecen los entornos IRC o MUD, sumados a los clásicos newsgroups, está siendo aprovechada por grupos de autoayuda para realizar sus reuniones de apoyo "en línea". Frente a este hecho, la Asociación Psicológica Americana ha constituido un comité para tratar el tema, si bien aún no se ha expedido. (Ver también: http://www.mhnet.org/pni/pni13b.htm).

Mientras tanto, los ciberpsicoterapeutas ofrecen sus servicios, ejercen su profesión y cobran sus honorarios vía Internet.

Por ejemplo, la Ciber Clínica de la Salud Mental, de David Sommers, (Mental Health Cyber-Clinic) registra 1.851 visitas a su sitio Web en nueve meses. Además, recibió correspondencia electrónica de 60 personas, el 80 por ciento de las cuales lo consultaron en busca de un tratamiento para la depresión. Ocho han realizado efectivamente un tratamiento con Sommers, vía correo electrónico, y él ha cobrado por ello.

La falta de interacción cara a cara -que impide la captación de la expresión no verbal- y el nuevo tipo de realidad que la comunicación en Internet genera, se encuentran entre los reparos que tienen los profesionales respecto de la terapia en línea. Si bien la tecnología actual permite subsanar estas carencias (piénsese en CU-SEEME, que permite la transmisión y recepción de la imagen de los interlocutores de un diálogo) el servicio Internet más popular -el correo electrónico- también es el favorito en el ámbito ciberpsicológico. Esto es lo que constata David Sommers, quien no ha obtenido respuestas satisfactorias a sus intentos de incorporar otras herramientas.

Los ciberterapeutas están de acuerdo en que más que ofrecer una terapia, su acción clínica a través de las nuevas tecnologías está orientada a dar consejos y solucionar problemas. Sus sitios Web ostentan una advertencia en este sentido. Y muchas veces el resultado de una consulta es la indicación de empezar una terapia en la "vida real" o acercarse a un grupo de autoayuda (real o virtual).

En Internet es muy fácil hacerse pasar por otro y engañar a incautos. Para subsanar esta indeseable posibilidad, las asociaciones Mental Health Net y Metanoia crearon un sistema que pretende evitar el fraude (http://www.cmhc.com/Services/MHN.html): rastrean el curriculum y la actividad de los psicólogos y psiquiatras que ofrecen sus servicios en Internet. Para el usuario de ciberterapias es gratuito, y muy barato para los profesionales, en cuyos sitios Web pueden colocar un signo y un enlace que asegura su legalidad y buena fe.

Más allá de la ciberterapia protagonizada por un psicoterapeuta y un paciente enfrentados cada uno a sus respectivos monitores, Therapeutic Learning Program (Programa de Aprendizaje Terapéutico) -otro heredero de Eliza- ha resultado un rival atendible para los psicólogos.

Este programa desarrollado por un psiquiatra de la Universidad de California, guía al usuario a través de una serie de menúes que le permiten identificar las causas del estrés, investigar sus sentimientos al respecto y cómo su conducta e historia personal contribuyen a él, para finalmente explorar maneras de mejorar la situación conflictiva. En una investigación realizada en 1995, se constató que los usuarios de este programa resultaron tan satisfechos y experimentaron tanta mejoría como aquellos que asistieron a una terapia convencional para tratar el mismo tipo de problemas.

Ahora sólo cabe una pregunta: ¿correrán los psicoterapeutas la misma suerte que los ajedrecistas?






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