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No. 70 - Agosto 1997

LA CHINA DEL SIGLO XII

por Frederic Clairmont

La transferencia de Hong Kong ocurre en un contexto de espectacular crecimiento de China, que se perfila como la gran potencia económica del siglo XXI. Según estimaciones coincidentes de la CIA y el Banco Mundial, el país asiático tendrá en el año 2020 el mayor PIB del mundo en función del poder adquisitivo. El autor considera el futuro de Hong Kong tras el retiro de Gran Bretaña el 30 de junio, que puso fin a 156 años de dominio colonial, en el marco de una China reunificada. En 1999, revierte la colonia portuguesa de Macao. Pero la mira está puesta desde ya en Taiwán, y el proceso de Hong Kong constituye un antecedente ineludible.

Chris Patten, el último gobernador tory (conservador) de Hong Kong, se ha ido. La "joya del imperio" exaltada por Rudyard Kipling ya no existe más.
En la medianoche del 30 de junio de 1997, la colonia de Hong Kong se transformó en Región Administrativa Especial de la República Popular China. Para el historiador Cheng Li, "el hecho no sólo constituye una transferencia de poder de un país a otro, sino un triunfo de la justicia y una nueva fase crucial en la liberación de China, que pronto recuperará la provincia renegada de Taiwán, convertida en colonia por Estados Unidos".

Cuál será el futuro de Hong Kong en el marco de una China reunificada es la pregunta que se hacen chinos y extranjeros. Obviamente, no hay una respuesta segura para esa inmensa pregunta.

El gran drama de la represión colonial comenzó en los primeros tiempos de la era victoriana, hace 156 años, y su perversidad fue descrita así por un historiador estadounidense: "A ningún episodio de la historia moderna le cabe mejor el calificativo de ‘agresión imperialista’ que a la primera guerra del opio anglo-china (1839-1842), precipitada por los esfuerzos del gobierno chino por reprimir el contrabando de opio y seguida por humillantes tratados que concedieron a los occidentales privilegios especiales en China".

En las masas y los revolucionarios chinos, este golpe y las sistemáticas transgresiones que le siguieron generaron un furor nacionalista que aún perdura. Porque la expansión imperial británica de las décadas del 40 y 50 significaron la abolición de las leyes del maíz, la liquidación de la Compañía Británica de India Oriental -vestigio del mercantilismo- y el triunfo del liberalismo económico, plasmado en la siguiente frase de Sir John Bowring, primer gobernador de Hong Kong, empresario textil de Manchester y parlamentario: "El libre comercio es Jesucristo, y Jesucristo es el libre comercio".

Tal fue el designio divino del liberalismo económico. Se trataba de un dogma que no podía ser cuestionado, menos aún por las "masas amarillas" -un término que se hizo común en los años 40-, aunque no había nada "libre" en el comercio y tampoco se trataba de comercio, sino de saqueo.

Entonces, como ahora, la reivindicación de las supuestas virtudes del "libre comercio" no eran más que un ejercicio de mendacidad. Como dijo una vez el Mahatma Gandhi: "No puede haber libertad entre desiguales".

El contexto de la liberación

La reunificación ocurre en un contexto de creciente expectativa popular y un espectacular crecimiento económico que no muestra señales de detenerse. El crecimiento económico real de China en el período 1985-97 fue de 8,2 por ciento, mientras el de Hong Kong fue de 4,9 por ciento. Las previsiones a largo plazo son arriesgadas, pero sirven para darnos una idea de la magnitud y la trayectoria histórica de lo que vendrá.

De acuerdo con las estimaciones de crecimiento de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de Estados Unidos y el Banco Mundial, China tendrá para el año 2020 un producto interno bruto (PIB) de 114.000 millones de dólares, el mayor del mundo en función del poder adquisitivo.

La distancia económica entre China y las economías capitalistas desarrolladas se está estrechando rápidamente: mientras a Estados Unidos le llevó 50 años (1840-90) duplicar la producción por habitante, China logró el objetivo en una década (1978-88).

En cuanto a Hong Kong, se trata de una entidad económica con uno de los niveles de vida más altos del mundo; no tiene deuda ni déficit y su moneda es libremente convertible. Al igual que China, experimentó un marcado crecimiento del PIB y las reservas de moneda extranjera.

A fines de 1996, las reservas de divisas de Beijing eran de 114.000 millones de dólares, frente a 73.500 millones en 1995, y se prevé que aumentarán a 140.000 millones para fines de 1997. Esta cifra situaría sus reservas combinadas en 214.000 millones de dólares. Tales números no tienen parangón, en ritmo de crecimiento ni en magnitud, en los anales de la historia económica.

Basta simplemente con comparar estas cifras con las escasas reservas de Rusia, de 13.000 millones de dólares, para apreciar mejor la formidable influencia que ese poder financiero le confiere a China reunificada. El crecimiento exponencial de sus reservas de divisas se deriva de un altísimo nivel de ahorro doméstico (36 por ciento), el superávit comercial y la incontenible inversión extranjera directa, que superará los 52.000 millones de dólares para fines de 1997. Se trata de una estimación oficial, pero en el contexto asiático, ese tipo de inversión es subestimada por razones impositivas.

China reunificada no será un mero receptor pasivo de capital, sino que cada vez más, apuntalada por su nueva región administrativa especial y su considerable acumulación doméstica de capital, está destinada a transformarse en un gran dínamo de inversión extranjera.

El Banco Mundial calcula las inversiones agregadas en el extranjero de China en el orden de los 50.000 a 55.000 millones de dólares. Dado que Hong Kong, junto con Shanghai, están destinados a convertirse en el mayor centro financiero del mundo, estas exportaciones de capital inevitablemente se incrementarán.

Crecientes expectativas

Este flujo torrencial de dinero es inseparable de la ebullición psicológica que caracteriza actualmente a China y a la antigua colonia.

Este estado de ánimo fue descripto de la siguiente manera por una corresponsal de The New York Times: "Nunca en su historia los chinos fueron tan libres para florecer, ganar, invertir y moverse dentro de su país, construyendo redes comerciales y abriendo mercados a nivel nacional y en el extranjero. Los campesinos participan de las elecciones locales y el parlamento comienza a afirmarse".

Dimitri Shapiro, un ingeniero hidroeléctrico ruso, se refirió a otra faceta del creciente orgullo étnico y las grandes expectativas de los chinos: "El contraste con mi propio pueblo en Rusia es enorme. Las cifras que se manejan en China son positivas, mientras en Rusia son negativas y hasta trágicas. Pero no me malinterpreten; China no es un lecho de rosas y deberá superar enormes dificultades. Tres cuartos de su población vive en áreas rurales y, al igual que Rusia, el país no está hecho de una sola pieza. Pero lo importante es lo que los científicos llamamos ‘las leyes del movimiento’: la nación rebosa de esperanza, ideas y cambio. Soy optimista. En poco tiempo, no se podrá distinguir el norte y el sur del río Yang Tse".

El alcance del cambio

La dimensión, la audacia y el costo de los proyectos de infraestructura son algunos de los elementos que Shapiro tenía en mente. Según el actual plan de cinco años, el costo de los proyectos nacionales de infraestructura (sin incluir los de Hong Kong) llegará a 93.000 millones de dólares. Dados estos números, la velocidad del progreso y la visión de los líderes chinos, el espacio para políticas liberales es mínimo.

Las bases de las estrategias industriales, financieras y de transporte de China están asentadas en la planificación a largo plazo, en la que el sector público y sus innumerables empresas conjuntas ejercerán un papel dinamizador. La descripción de la economía china como una especie de capitalismo descontrolado es una falacia. La actual orientación de los sectores público y privado es ampliamente debatida en órganos partidarios y no partidarios, y los debates no constituyen ningún secreto para los inversores extranjeros y sus gobiernos.

La trayectoria de desarrollo de la provincia de Guangdong es indicadora del impulso de la nueva orientación de la política económica. En la reelaboración del principio de mercado competitivo de Guangdong, prevalecerán la propiedad privada y las ganancias, pero éstas estarán condicionadas y en ocasiones muy limitadas por las exigencias del intervencionismo estatal y los prerrequisitos políticos.

Rita Fan, presidenta de la asamblea legislativa provisional establecida por Beijing, advirtió que el nivel de vida de Guangdong debe aproximarse rápidamente al de Hong Kong, porque, a menos que la brecha económica se estreche rápidamente, tendrá un impacto adverso sobre la ex colonia británica. Si no se alcanza ese objetivo, Hong Kong se transformará rápidamente en una atracción irresistible para trabajadores migrantes, previno.

La visión de Charlie Wu

Existen otros factores que demandan una austeridad mucho mayor en Hong Kong y China que la de las últimas dos décadas. El primero es la creciente e inaceptable disparidad en la distribución de ingresos en Hong Kong. Esto significa que la relación entre trabajo y capital en su PIB se inclinó desproporcionadamente en favor del capital. No menos perceptible es el alto índice de evasión fiscal.

El caso de Charlie Wu, gerente de una empresa de servicios financieros y antiguo activista de la revolución cultural, ofrece una idea de las tensiones prevalecientes en ambas entidades.

Wu nació en Hong Kong, al igual que sus padres y abuelos, lo cual lo convierte en una especie rara en el territorio. No simpatiza con lo que califica de "políticas patrocinadas por Estados Unidos" y no cree que los problemas de China se solucionen alienando al país. Insiste en que es un pragmático, y que ser hostil a la propiedad privada en este momento de la historia es un anacronismo. Si por socialismo, insiste, se entiende el fin de la propiedad privada, la nacionalización de los medios de producción, la distribución y el intercambio, no se trata de una propuesta factible.

Entonces, ante la reunificación de Hong Kong y China, ¿cómo reconciliaba Wu los objetivos de la Revolución Cultural y la visión de Deng Xiaoping? "No hay nada que reconciliar", afirmó. "La Revolución Cultural destacó ciertas contradicciones en la sociedad china. Lo que las reformas de Deng han hecho, y yo apoyo, fue proyectar a China hacia una órbita completamente nueva. Salvaron al Partido Comunista e impidieron la desintegración de China, que hubiese seguido el mismo camino que la Unión Soviética de Gorbachev".

Wu señaló que se está abriendo una nueva etapa en la historia de China. Macao, a todos los efectos, ya está liberada; Hong Kong es libre y pronto lo será Taiwán. Cuando eso se logre, China podrá concentrar sus energías en otras cosas, pero ello no significa que no pueda perseguir ahora cambios domésticos coherentes. "Nuestra tarea inmediata consiste en hacer engranar las instituciones de Beijing y Hong Kong", concluyó.

Una tarea colosal

"La eliminación de los vestigios del imperialismo británico y otras sombras siniestras de Hong Kong llevará un mínimo de cinco años", pronosticó Wu, quien asignó especial importancia a la interacción de ambas economías y el papel de las divisas de Hong Kong. Es un mito que China esté en condiciones de asir esas reservas; eso no sería sensato ni factible.

En una China reunificada sería ingenuo creer -aunque Beijing aceptó la estrategia de "un país con dos monedas"- que la Autoridad Monetaria de Hong Kong, que funciona como el banco central del territorio, permanecerá "independiente" hasta el 2047. Ningún banquero ni banco central puede ser independiente del proceso económico y político en una sociedad capitalista. El Banco de China (central) y la Autoridad Monetaria de Hong Kong no son iguales en poder, y esta disparidad se hará más notoria en los próximos años.

Configuración modificada

En una configuración modificada del poder, ¿cuánto tiempo podrá permitir una China soberana la coexistencia de "un país con dos monedas" -es decir, la coexistencia del yuan con el dólar de Hong Kong-, dos políticas monetarias y dos bancos centrales. A largo plazo, tal situación será insostenible.

Aunque es cierto que el yuan no es por el momento convertible, las políticas de la Autoridad Monetaria de Hong Kong son en definitiva determinadas por tasas de interés estadounidenses y no por las condiciones económicas prevalecientes en Hong Kong y China. Se trata del enigma de Maastricht. Es un debate complejo y no se resolverá de un día para el otro, porque Beijing tiene en mente consideraciones financieras mucho más importantes. La pieza central de su estrategia financiera consiste en mantener y fortalecer la estructura de la ex colonia como uno de los principales centros financieros del mundo. El debilitamiento de la soberanía nacional inherente a la actual política monetaria -a la Maastricht- es algo con lo que Beijing tendrá que vivir, pero no en forma permanente.

Integración acentuada: el advenimiento de las Red Chips

La creciente interacción de los mercados financieros de Beijing y Hong Kong queda en evidencia con el surgimiento de compañías Red Chip en la bolsa de valores de Hong Kong. Se trata de firmas del sector público continental que están remodelando notoriamente la estructura del capital financiero en Hong Kong y China.

Aunque su capitalización agregada se sitúa actualmente en sólo 18-20 por ciento, las cifras de las 40 Red Chips están creciendo, y figuran entre las acciones más "calientes" de Hong Kong. El crecimiento potencial de estas compañías es enorme, porque están respaldadas por el gobierno chino y varios gobiernos estaduales y municipales. Para aumentar el atractivo de su estado de cuentas, los patrocinadores frecuentemente les dan lo que se conoce como "inyecciones de activos", es decir, fondos de capital.

La presencia de las Red Chips en la bolsa de valores de Hong Kong también está relacionada con la estrategia industrial del gobierno chino, que ya seleccionó más de 1.000 empresas estatales para que funcionen de forma muy similar a las chaebols de Corea del Sur. Además, tendrán las mismas características que las keiretsus de Japón, basadas en directorios entrelazados entre firmas y grandes grupos corporativos. Los inversores en Hong Kong y los chinos de la diáspora financiarán el crecimiento de estas nuevas compañías, no mediante préstamos bancarios, sino a través de nuevas emisiones de acciones. La capitalización de la bolsa de valores de Hong Kong, que actualmente asciende a unos 53.900 millones de dólares, es casi tan grande como la de Alemania, y es probable que la supere con la entrada al mercado financiero de unos 1.000 conglomerados chinos.

Entre las Red Chips se destaca Citic Pacific, un enorme holding que abarca empresas de diversos sectores en China y en el exterior, y fue apoyada por el Consejo Estatal chino (gabinete ministerial). Ya es un actor importante a nivel nacional e internacional en banca, servicios financieros y seguros, y participa además en decenas de proyectos conjuntos. No se limita a recaudar capital accionario en mercados financieros. Como cualquiera de las 200 mayores compañías del mundo, sus objetivos explícitos consisten aumentar su proporción del mercado y su rentabilidad.






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