No. 71 - Setiembre 1997
Si amanece, nos vamos
por
Miguel Peirano
Hubo un momento en que Internet comenzó a cambiar de cariz, un momento en que los que ya estaban involucrados con ella empezaron a sentirse demasiado acompañados. Para mi, ese momento llegó en 1993 durante la conferencia de la Internet Society (INET) en San Francisco. Recuerdo que de pronto vi el hotel lleno de tipos de traje y corbata, y que esa tarde el discurso de fondo fue dado por el presidente de Hewlett-Packard. Internet había llegado al lugar temible.
Hasta ese entonces nos era dado soñar con un futuro en el que por más que se extendiera el acceso, éste no cambiaría fundamentalmente de carácter: sería libre, gratis y serviría sólo para cosas elevadas, populares, progresistas o al menos interesantes.
¿Comercio por Internet? Jamás. Hoy muchos de los que decían "jamás" están creando sitios web donde se aceptan tarjetas de crédito para adquirir todo tipo de mercancías. Es corto el tiempo y largo el recorrido entre un estado mental y otro. Mirando atrás no debería sorprendernos. Si esta tecnología era realmente el milagro que creíamos, ¿qué tiene de extraño que el capital descubriera su capacidad de multiplicar beneficios? Si esta tecnología por la cual muchos cambiamos entusiasmados de profesión era la nueva imprenta, la octava maravilla, ¿cómo iba a sorprendernos que a la larga los comerciantes, la Falange Española, los voyeurs, los guerrilleros, el Banco Mundial, también la vieran?
La tecnología habría de ser algún día no sólo fuente de cultura sino fuente de ganancias, poder y prestigio. Y ese día llegó. Pero los últimos en enterarse fueron los que podían haber incorporado más equidad: los gobiernos y las agencias de cooperación. Pero lo que causa cierta amargura es lo que no se evitó: que esta tecnología, relativamente barata, dejara atrás a los países menos privilegiados. Hoy los más pobres son más pobres aún porque ni siquiera tienen gente formada o la mínima infraestructura para participar en Internet, y menos aún para generar riqueza con su ayuda.
Cerrando la portera después de que la vaca escapó, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) organizó la conferencia Conocimientos Globales para el Desarrollo (GKD 97, www.globalknowledge.org), que se propuso "elaborar políticas, estrategias, herramientas y parcerías para mejorar el acceso y el uso de recursos de información por parte de los pobres en áreas urbanas y rurales por igual". Esta línea les sonará conocida a muchos, en particular a los que intentaron convencerlos de la misma cosa hace unos años sólo para ser ahuyentados por el sarcasmo de los burócratas, que luego de deshacerse de su molesta presencia volvieron al trabajo importante de despachar aviones Hércules rebosantes de ayuda alimentaria. Tuvimos que esperar a GKD 97, patrocinada por Unilever, porque éstos sí tienen razones de peso.
La conferencia es bienvenida. ¿Pero por qué ahora y no hace cuatro años? ¿Por qué todos esos millones gastados en "eliminación de la pobreza" y "desarrollo sustentable participativo" y nada para formar actores técnicamente competentes? La mayoría de las agencias de cooperación y los gobiernos llegaron tarde. Lo hecho, hecho está, pero siento que no se puede dejar que el establishment del desarrollo internacional pase por visionario con el truco de una conferencia cuando pecó justamente de lo contrario.
|