No. 71 - Setiembre 1997
La acelerada expansión de la "sociedad de la información" ha resultado en una acalorada disputa internacional sobre la propiedad de la misma. La batalla sobre patentes y derechos de propiedad intelectual, tradicionalmente circunscripta a la industria, la cultura y el entretenimiento, se libra en los últimos meses en relación con la propia vida. Está en juego el control sobre la Naturaleza y la distribución del poder y la riqueza en el siglo XXI.
La acelerada expansión de la "sociedad de la información" ha resultado en una acalorada disputa internacional sobre la propiedad de la misma. La batalla sobre patentes y derechos de propiedad intelectual, tradicionalmente circunscripta a la industria, la cultura y el entretenimiento, se libra en los últimos meses en relación con la propia vida. Está en juego el control sobre la Naturaleza y la distribución del poder y la riqueza en el siglo XXI.
El objetivo de la batalla de las patentes es la propiedad y el control del conocimiento mundial acumulado sobre la vida animal y vegetal, y el derecho a usarlo y beneficiarse de él. Este conocimiento sobre la biodiversidad ha sido generado y desarrollado por generaciones de gente común, comunidades indígenas y agrícolas que durante siglos han compartido sus conocimientos, técnicas y semillas.
Sin embargo, como dice Vandana Shiva, este conocimiento común, que pertenece a los pueblos en general y a nadie en particular, está siendo apropiado por intereses privados, como última frontera de un proceso de privatización que comenzó con las tierras, bosques y aguas de los commons (la comunidad) en Inglaterra hace varios siglos y aún continúa en todo el mundo. El patrimonio y el conocimiento comunitarios compartidos están siendo suplantados por el sistema de derechos de propiedad, en el que ya no sólo la tierra y todo lo que está encima o debajo de ella es apropiable sino que también la vida misma pasa a ser propiedad privada. La legislación internacional que permite esto -los acuerdos de la Organización Mundial de Comercio (OMC), el Convenio Internacional de la Unión para la Protección de Obtenciones Vegetales - tienen, no obstante, un contrapeso en el Convenio de la Diversidad Biológica, los derechos de los agricultores, reconocidos por la FAO y la posibilidad de desarrollar un sistema sui generis de propiedad intelectual, admitida por la propia OMC.
La batalla por la vida y contra su apropiación por un puñado de corporaciones no se libra sólo en el plano académico o los pasillos de los organismos internacionales. En aldeas de India, los campesinos han comenzado a registrar sus variedades de arroz y a "cerrar sus fronteras" a compañías privadas. En Tailandia, el intento gubernamental de proteger los conocimientos médicos tradicionales enfrenta una cerrada oposición de Estados Unidos y ha recibido apoyo de grupos no gubernamentales de todo el mundo. En Europa, decenas de organizaciones resisten la presión de la industria biotecnológica para legalizar las patentes sobre formas de vida.
Más allá de las implicaciones éticas nada desdeñables, estas patentes tienen consecuencias sociales negativas, como ha demostrado la Fundación Internacional para el Avance Rural (RAFI) e incluso terminan desestimulando la innovación y la investigación en vez de estimularlas.
La "biopiratería" no ha triunfado aún.
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