No. 73 - Noviembre 1997
DESDE GUATEMALA
Eternamente Yolanda
por
Lucy Garrido
Yolanda Colom acaba de recuperar su nombre y, en ese proceso, recupera también el nombre de Mario Payeras, su compañero, muerto pocos meses antes de los Acuerdos de Paz. Desde ese entonces, en cada entrevista, Yolanda habla del marido, de la poesía que escribía en la mitad de la lucha, de los estudios que hizo sobre la naturaleza guatemalteca, sobre la selva, las flores, los pájaros. Sobre el comandante guerrillero que estudiaba astronomía. Esta entrevista es un intento de recuperar a la combatiente que está atrás
de la memoria de Mario, a la mujer que no puede dejar de ser eternamente Yolanda.
-¿Quién es Yolanda Colom?
-Soy guatemalteca, fui maestra. Toda mi vida hasta el día de hoy, me he dedicado a la lucha social, a la militancia revolucionaria, a la aspiración de ser comunista en el sentido humanístico y profundo. Viví en la clandestinidad más de 20 años y estuve en el exilio mucho tiempo. Recién volví a mi país hace ocho meses y prácticamente estoy naciendo de nuevo, recomenzando a partir de cero mi vida otra vez. Las condiciones son completamente diferentes porque emergemos de una derrota total de nuestro proyecto revolucionario, porque retomo la vida normal y legal después de 20 años, porque retomo de nuevo mi nombre después de más de 20 años de no tenerlo, de no usarlo para nada, de que nadie me llamara así, porque perdí a mi pareja de lucha y de vida... Eso soy.
-¿Por qué todavía no pudo terminar de escribir su libro y en cambio, ya ha corregido y publicado tantos libros de su compañero? ¿No cree que su experiencia puede ser tan importante como la de Mario Payeras?
-Pero Mario tuvo que morir para vivir en Guatemala. Y es injusto que haya muerto meses antes de poder volver. Hasta antes de su muerte, como era muy perseguido había mucho miedo de hablar de él o expresar admiración. Nadie quería divulgar sus libros aunque fueran científicos o literarios y recién con la noticia de su muerte y con todos los artículos que salen en otros países sobre él, la gente empieza a atreverse a hablar. Siento el deber, la obligación moral y también el gusto de hacerlo por todo lo que significa su pensamiento para los jóvenes, sobre todo. Aunque han habido muchas rupturas en el proceso revolucionario y en las diferentes organizaciones, la disidencia de Mario, su ruptura, fue la más significativa porque conllevó mucha crítica y autocrítica sobre el mismo proceso y además, con nuevas propuestas políticas, ideológicas y organizativas. Otras rupturas no habían tenido esas características, eran diferencias militaristas o incluían pugnas personales. En el caso de él fue muy política, muy argumentada en libros y artículos, y aunque era una disidencia muy individual, al concretarse, mucha gente se retiró también. De manera que él y los que lo seguimos fuimos calificados de traidores, de renegados, de derrotistas e irresponsables, de inconsecuentes.
(Yolanda me muestra tres albumes de fotos que atestiguan la historia de una tumba).
Cuando llegamos a Chiapas, encontramos una tumbita donde tres revolucionarios guatemaltecos del 60 estaban enterrados sin que sus familiares lo supieran. A Mario le dio tanta lástima que quiso hacerles algo mejor, algo que pudiera al menos testimoniar su paso por el mundo. Cuando él murió sin poder hacerlo y meses antes de los Acuerdos de Paz, me propuse yo misma hacer un panteón sencillo para los cuatro y entonces, mientras se construía, me llevé los huesos de los tres compañeros y las cenizas de Mario para casa.
-¿Cómo?, usted se llevó a su casa...
- Si, hasta que la tumba estuviera terminada. Pero resultó que cada vez era más caro y yo ya había gastado una cantidad de dinero que jamás habíamos tenido para vivir con Mario ni en un año. Sin embargo, la gente siguió ayudando, me llegaban pequeñas donaciones, objetos para adornarlo, hasta la traductora de Mario al japonés me envío ayuda desde su país... y claro, eso me obligaba a seguir, a terminar la tumba de una vez hasta que lo hicimos.
-¿Qué significa que cuando en Guatemala se estaba viviendo el clima de los Acuerdos de Paz, "paz" que de alguna manera significa "vida", tanta gente se empeñe en trabajar por una tumba?
-En este caso la tumba también era vida, era solidaridad. En este proceso me fui dando cuenta de que muchas cosas que yo antes atribuía sólo a gente del pueblo, a gente muy religiosa o con supersticiones, me estaban pasando a mí. A mí que me asumía atea, materialista, a mí que pensaba "un muerto, muerto está". Y estas cosas me hicieron mas humana, me hicieron comprender un montón de cosas del comportamiento de la gente. Y también me di cuenta de que estaba embarcada en una locura, en un absurdo si se quiere, pero en un absurdo que no propicié yo sola sino que la gente con su solidaridad, su apoyo, su afecto, su respeto, participó conmigo. Como el pintor que gratuitamente hizo los vitrales o el arquitecto que diseñó la tumba. De alguna manera esta tumba debía significar "vida" porque por algo la profanaron y la dejaron limpita. No se llevaron los vitrales, que es lo más usual robar para vender. Se llevaron las cenizas de Mario, los objetos, las cositas que los militantes me habían hecho llegar para su tumba, plumas de aves de la selva, piedras de los ríos de la región, hojas, ollitas de barro, hijolitos colorados, semillas de las frutas que comíamos en las hambrunas...
-¿Por qué eligió la militancia revolucionaria?
-Yo tenía todas las condiciones "ideales" para ser feliz. Vengo de una familia con mucho dinero, que me dio mucho afecto y sin embargo, la realidad de mi país me conmocionó tanto que no lo pude evitar. Y lo dejé todo, incluso marido, incluso mi hijo que tenía un año y medio. Milite más de 20 años y pese a todo, esos años de lucha no los cambio por nada. Pagué un precio altísimo y lo sigo pagando, pero no los cambio por nada. También tuve la inmensa oportunidad de humanizarme (aunque parezca contradictorio que uno metiéndose a la lucha armada eso sea posible) y creo que lo bueno que pueda tener yo de valores, de conocimientos, lo adquirí en ese mundo. No estoy diciendo que haya que pasar por la lucha violenta para humanizarse, no, quiero decir apenas que esa fue mi experiencia concreta. En esa lucha conocí a Mario y con el aprendí a abrirme a la música, a la poesía, a valorar la naturaleza, a no creer que todo es política y lucha ideológica.
-¿Cómo es la reinserción en Guatemala, recuperar el nombre?
-Me está costando machismo. Uno nunca termina de aprender. Cuando uno penso que ya había pasado por tantas cosas dolorosas, por estar a punto de tomarse la píldora de cianuro, por ver morir a tantos compañeros y a tanta población civil injustamente, cuando uno pasó por tantas cosas uno cree que de ahí en adelante todo en la vida va a ser "pan comido" y no. La verdad es que ni de lejos. El exilio fue aun más duro y amargo y difícil que todo lo anterior. Y, sin embargo, ahora el exilio es dulce comparado con el retorno.
-¿Por qué?
-Porque retorno a un país mucho más deteriorado que cuando lo dejé y me hizo jugarme todo pensando que se podía cambiar para bien. Esta sociedad está enferma espiritualmente, la cultura del terror y de la violencia es lo que prima. En todas las expresiones de la vida encuentras la agresividad, la intolerancia... La firma de la paz fue tardía y se dio cuando había una involución del proceso, cuando ya el movimiento revolucionario se había desvirtuado, se había militarizado, empobrecido humana y políticamente.
Cuando los problemas ejes del país ya estaban en el narcotráfico, en el contrabando, en la industria del secuestro, en la corrupción... La firma de la paz es un acto positivo a nivel simbólico pero no creo que vaya a ser un factor determinante para que este país empiece a andar de una vez. Los problemas medulares ahí están intocados. La impunidad, por ejemplo.
-¿Volvería a elegir dejar todo para irse a las montañas?
-En las mismas circunstancias lo volvería a hacer, ahí no me pierdo, me metí muy consciente y reflexivamente. Haría exactamente lo mismo y no me arrepiento de nada. Revelarse contra estados de terror, luchar como sea por la justicia y la dignidad de los seres humanos, siempre vale la pena. Como sería el terror, la miseria, el despotismo de este país para que en él se haya levantado un movimiento tan grande, tan heterogéneo, tan prolongado en el tiempo?
-Es cierto, ¿pero el resultado no es demasiado pobre?
-El precio fue muy alto para tener un resultado tan chico a estas alturas. Es triste y es terrible. Pero es un llamado a la reflexión, y la responsabilidad está en los poderosos más que en nosotros. Sería sobreestimarnos con la pobreza de recursos que teníamos.
-En estos últimos días han salido en la prensa muchos artículos hablando de los ajustes de cuentas entre los guerrilleros. Es como si se quisiera dar la imagen de que el terror no era sólo patrimonio militar.
-Todo proceso emancipador, todo lo que lleva a una confrontación violenta, y más por tantos años, que implica a miles y miles de personas, lleva también a excesos de todo tipo. Y las ideas que los motivan pueden ser maravillosas pero eso no significa que todos los que luchan por ellas sean los buenos de la película. Un río caudaloso arrastra de todo y no por eso deja de ser agua que es buena para la siembra, para dar vida. Y ese río no deja de ir hacia donde va aunque en su camino arrastre cedros y caobas que no hubiera debido. Y uno no puede decir "que no haya crecientes porque hacen daño". Yo creo que eso es así, y creo también que deben salir a luz todos esos excesos porque buena parte de ellos, además, ya no fueron producto de las pasiones o de momentos en que hubo que tomar decisiones extremas en circunstancias extremas. Creo que de todo esto hay que hablar y sacar lecciones. Hay cosas que se van de las manos.
-¿Por ejemplo?
-Una cosa es no saber qué hacer con un traidor, otra es volarse a un disidente, ambas pueden ser decisiones de cúpulas. Pero ha habido casos que los dirigentes mismos no pudieron controlar y donde la responsabilidad se va diluyendo. Por ejemplo, hubo un momento en que el ejército había instituido las Patrullas de Autodefensa Civil (PAC) la mayoría a sangre y fuego: o te hacías patrullero o te hacías, y el entrenamiento que les daban no era entrenamiento, era envilecimiento. Los degradaban a tal punto que en 15 días eran capaces de hacer cualquier cosa y así una comunidad que hasta ese entonces era vecina y amiga de la otra, terminaba aniquilándola. Entonces, claro, la composición de mi grupo era mayoritariamente de campesinos indígenas y también la mayoría de los mandos locales. De manera que cuando las PAC entran a una comunidad y violan y asesinan a los pobladores, son estos guerrilleros los que sufren lo que les sucede a sus familias, a sus pueblos. No lo sufro en carne viva yo ni los dirigentes más altos que veníamos de las ciudades, sino estos mandos intermedios cuyas familias habían sido aniquiladas. Y lo primero que les sale es el ojo por ojo y diente por diente, lo primero que les sale es el instinto primitivo de vengarse. En ese momento, ¡qué fax ni teléfono, si ni radios teníamos! La comunicación era a pie de montaña en montaña, era todo muy lento en las comunicaciones y entonces era muy grande también la autonomía en las decisiones. No estoy justificando, estoy explicando por qué a veces se pierde el control y se va de las manos...
-¿Como ahora en el caso de los linchamientos? En un pueblo se sabe de un robo o un asesinato y la gente agarra a los que cree culpables y los mata sin que medie ningún tipo de juicio.
-Así están las cosas. Estamos jodidos por cualquier lado porque si una sociedad tiene que estar recurriendo a eso pues está enferma. En esta "paz" ya no hay terror revolucionario ni terror de estado, está amainado, pero a estas alturas la sociedad tiene generalizados esos métodos y por razones amorosas, por razones alcohólicas, por razones de ambición, por lo que sea, la gente recurre a los extremos.
-¿Pero entonces en qué se manifiesta lo positivo de que se hubieran firmado los Acuerdos de Paz? ¿En que en este momento podamos estar hablando al menos?
-Claro, al menos en eso. Y también en que ahora la prensa publica más libremente y nosotros también podemos opinar. Hay cierta apertura en el plano político, entonces, en que podamos movernos (sin confiarnos mucho en andar solos por las calles) y conversar con los demás. Me he reencontrado con las compañeras del colegio Monte María, el más católico y elitista de América Central, y podemos tener una buena relación. Muchas veces viviendo en la montaña yo soñaba con ellas, soñaba que nos encontrábamos y nos reíamos... y lo hicimos. Me hicieron dos fiestas enormes, con todo lo que quisieras tomar, con música en vivo y sin los maridos, ¡por supuesto!
-¿Y cómo es volver a vivir en la casa de sus padres, en esta casa enorme de la que salió hace años, como es la vida con su madre y su hijo?
-Muy difícil y muy traumante. Yo soy la que vuelvo, ella es la dueña de la casa y es quien crió a mi hijo. Por ejemplo, nunca tuve "personal de servicio" y aquí otra vez estoy viviendo en las circunstancias contra las que había decidido luchar. Viendo como son tratadas las cuatro personas que viven acá 24 horas diarias, que sólo pueden salir los domingos y si antes dejan todo listo, a las que se les pide todo a cualquier hora y a las que mi madre y mi hijo no tratan dignamente. Y ya sé que tengo que tener paciencia, que mi madre es de otra generación y que a mi hijo lo dejé aquí y se educó con esas costumbres, pero hay cosas ante las que no se puede ser indiferente. Cuando lo hace un extraño te encabronas, cuando lo hace tu propio hijo duele más.
Guatemala
La paz está asegurada
El presidente de Guatemala, Alvaro Arzú, y los dirigentes guerrilleros Rolando Morán y Pablo Monsanto coincidieron en afirmar que el proceso de paz en ese país centroamericano está asegurado, al recibir el 24 de octubre en la ciudad española de Oviedo el Premio a la Cooperación Internacional, otorgado por la Fundación Príncipe de Asturias.
Arzú dijo momentos antes del acto que encontró en la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URNG) un interlocutor armado de un espíritu patriótico y convencido de la necesidad de la paz, lo que permitió la feliz conclusión del proceso y la superación de los principales escollos. Añadió que las ventajas de la paz ya son evidentes en su país, aunque la paz debe ser concebida como un proceso, con esfuerzos conjuntos, tiempo y algún sacrificio. Lo más importante, señaló, es que se ha comenzado a respirar un ambiente de concordia, paz y libertad, que ha posibilitado, además, la buena marcha de la economía.
Guatemala dispone hoy del mayor nivel de reservas de divisas de toda su historia, carece de déficit fiscal, la inflación se pondrá hacia fin de año en 8,5 por ciento anual y el producto interno bruto habrá crecido 4,5 por ciento, una cifra que se registra por primera vez en la historia del país.
Monsanto coincidió en que el proceso de paz camina a pasos seguros, pero señaló que hay algunos sectores que intentan dificultarlo. En concreto, señaló el caso del propietario de la Finca Tres Marías, que puso una denuncia ante la justicia en su contra, acusándolo de tentativa de extorsión. El dirigente de la URNG negó que haya habido ningún intento de extorsión y acusó a los grandes terratenientes guatemaltecos de impulsar esas denuncias para fomentar la confrontación y volver al pasado.
La denuncia es parte de una campaña de ataque sist|emático y permanente contra la URNG, aseguró. Se trata de "terratenientes que se resisten a los cambios democráticos y progresistas que, necesariamente, se desprenden del proceso de paz". |
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