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No. 73 - Noviembre 1997

Argentina

La mujer que perforó la hegemonía menemista

por Marcela Valente

Hace más de dos décadas, Graciela Fernández Meijide debía enfrentar la desaparición de uno de sus hijos. Este hecho, el más doloroso de su vida, fue el punto de partida de una actividad que comenzó en el frente humanitario y se trasladó al político. Esta mujer, que el domingo 26 de octubre perforó la hegemonía electoral de Carlos Menem en Argentina, se perfila como firme candidata para sucederlo en la presidencia en 1999.

Graciela Fernández Meijide nunca pensó que el peor hecho de su vida -el secuestro de su hijo- sería el prólogo de una carrera política que podría llevarla a la presidencia de Argentina. Con 60 por ciento de los votos de la opositora Alianza por el Trabajo, la Justicia y la Educación, que triunfó en las elecciones legislativas del 26 de octubre, parece encarnar el símbolo de un país que intenta reconciliarse con la memoria, a pesar de la impunidad de que gozan los dictadores.

Su victoria en la provincia de Buenos Aires, el distrito más grande del país, representa el triunfo de un nuevo estilo de hacer política que se define como lo opuesto al "menemismo", el movimiento de respaldo al presidente Carlos Menem, que gobierna desde 1989. Honestidad, sencillez, sensibilidad social, sentido común, apego a la institucionalidad, rechazo a la frivolidad, autocrítica y capacidad de reunir voluntades son algunas cualidades de una mujer que por primera vez consigue tanto poder sin ser "la esposa de".

Con el resultado del domingo 26, inesperado por la magnitud del triunfo, Fernández Meijide, de 66 años, se colocó entre los dirigentes de la Alianza con mayor chance para integrar una fórmula presidencial opositora en 1999. No tiene un estilo masculino pero es firme y segura. Su discurso es moderno, feminista moderado y creíble, un bien que se cotiza alto en el mercado político argentino.

Ningún rival puede criticarla hoy sin quedar mal parado. Cuando Menem intentó descalificarla diciendo que "sería una buena ama de casa", el oficialismo perdió una considerable cantidad de votos, según registraron las encuestas.

Ella atribuye esta popularidad a su coherencia, la misma que la decidió, contra toda regla del marketing político moderno, a no operarse las bolsas debajo de los ojos, huellas de su dolor. "Alguien tiene que envejecer en este país", ironizó en alusión a la farándula artístico-política argentina que visita muy a menudo los quirófanos.

Tampoco descarta que su imagen de madre-abuela haya sido clave para la identificación de un electorado sediento de demandas sociales y éticas. Durante su campaña, los niños se le pegaban a la mejilla y ella mostraba una capacidad de contacto físico con la gente que, a juzgar por los resultados, hacía mucha falta. Graciela, como la llaman sus partidarios, tiene los brazos siempre listos para rodear los hombros de quien se le pone a su lado. Los periodistas que la siguieron durante esta última campaña solían ser recibidos en su casa cuando el acoso era colectivo, y no pocas veces les preparó comida. Vive en un departamento de dos dormitorios y va al supermercado, verdaderas "excentricidades" en la Argentina de hoy.

Hace 21 años, Fernández Meijide era una profesora de francés casada con un arquitecto que dedicaba su tiempo libre a la poesía, con el que tuvo tres hijos: Alejandra, Pablo y Martín. Pero un día Pablo, de 17 años, fue secuestrado por la dictadura militar.

"Esa madrugada del 23 de octubre de 1976 en que se lo llevaron, cortaron mi vida en dos. Ese tajo no cierra por más que la herida se suture", cuenta en su reciente libro autobiográfico Derecho a la esperanza. Golpearon su puerta hasta derribarla y arrancaron a Pablo de su cama.

Su vida se transformó entonces en la búsqueda obsesiva, los trámites inútiles ante un régimen que cerraba todas las puertas. Cada paso era más desgarrador. Cuenta que cuando volvía cada noche, moría de nuevo su esperanza de que Pablo milagrosamente hubiera vuelto. "En casa comprendimos pronto que Pablo estaba muerto. Que algo en cada uno de nosotros había muerto con él. Pero que también había algo de él que sobrevivía en cada uno, que fortalecía en nosotros el deseo de vivir", dice en su libro. "No tengo dudas acerca de qué forma tomó en mí la supervivencia de Pablo. Sé que es lo que él ha hecho por mí desde que me lo llevaron, porque es cierto que soy su madre, pero no menos cierto es que soy también su hija, el fruto de su destino".

En plena dictadura, Fernández Meijide se destacó enseguida en la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos. Asistía dos veces por semana hasta comenzar una verdadera militancia a medida que se sumaban más y más denuncias sobre miles de desaparecidos. Una de sus virtudes entonces era su capacidad para tratar de articular el esfuerzo de los ocho organismos humanitarios. Esa misma cualidad la convirtió en una de las promotoras de la Alianza que se creó hace tres meses para ganarle al oficialismo.

La Unión Cívica Radical y el Frente País Solidario (Frepaso) se unieron para estas elecciones y el resultado cambió el mapa político argentino, al darle al electorado una opción progresista, no testimonial sino con chance de llegar al poder.

Con la restauración de la democracia, en 1983, fue secretaria de la Comisión sobre la Desaparición de Personas (Conadep), presidida por el escritor Ernesto Sábato. Esa Comisión recogió las denuncias sobre secuestros, torturas, desapariciones y campos de concentración en el libro Nunca Más, que sirvió de base para el juicio a los ex comandantes militares, luego indultados por Menem.

Desde la tarea humanitaria, Fernández Meijide saltó a la política, pero su ascenso tardaría en llegar. En 1991, la votó sólo tres por ciento del electorado de la capital cuando se postuló como candidata a diputada por un frente de centroizquierda. Recién en 1993 logró entrar al Congreso, en 1994 ganó las elecciones en la capital para constituyente, en 1995 ganó otra vez al ser electa senadora, en 1996 fue elegida para presidir la Asamblea Constituyente de la ciudad. Y tuvo otro gesto que causó sorpresa: devolvió el dinero que le sobró del presupuesto.

Entonces el Frepaso le pidió que acepte competir en la provincia de Buenos Aires, donde el oficialismo tenía mayor arraigo. Al principio se negó, pero luego comprendió que era la única manera de extender el liderazgo de esa fuerza al interior del país.

Después vino la Alianza que le aportó los votos que faltaban y ganó. Desde ese momento, Hermenegildo Sábat, el caricaturista político del diario Clarín que desde hace dos años dibuja a Menem con un pequeño sillón a cuestas, la colocó a ella a su lado, con una pata del sillón quebrada en la mano, en gesto triunfal.

"La carrera de Graciela parece no tener techo", advertía en estos días un analista político. Pobre de sus dos nietos, que no podrán disfrutar más seguido de su abuela si llega a la presidencia dentro de dos años.






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