No. 73 - Noviembre 1997
CRISIS FINANCIERA MUNDIAL
La especulación en el tapete
por
Martin Khor
El trastorno de los mercados financieros y de valores del sudeste de Asia y la resultante depresión económica en Tailandia pusieron en el tapete el problema de la especulación financiera en la economía mundial.
La crisis monetaria del sudeste asiático renovó la preocupación de los gobernantes y el público en general sobre la volatilidad de las tasas de cambio y el perjuicio causado por la especulación en los mercados financieros mundiales. La inquietud surgió tras el colapso del peso mexicano, en diciembre de 1994 y su "efecto tequila", y resurgió a raíz de depreciaciones monetarias en Tailandia, Filipinas, Malasia, Indonesia y Singapur.
La protección de las monedas contra los ataques especulativos se ha vuelto una prioridad para los gobiernos del sudeste asiático. Políticos y funcionarios de finanzas de estos países, con Malasia a la cabeza, expresaron recientemente sus preocupaciones en foros como la conferencia anual del Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial en Hong Kong, la reunión de ministros de finanzas de Asia y Europa en Bangkok, y la conferencia de los ministros de finanzas de la Comunidad Británica de Naciones en Mauricio, todas celebradas en setiembre.
En la conferencia del FMI, el primer ministro de Malasia, Mahathir Mohamed, criticó duramente la manipulación del mercado de cambio y de valores, y propuso la prohibición del comercio internacional de divisas, excepto para fines comerciales. Probablemente fue la primera vez que un líder político realizó una propuesta tan contundente contra la especulación financiera. Sin embargo, las autoridades financieras de la región todavía no establecieron medidas concretas para controlar (si no impedir) las actividades especulativas. Los intentos iniciales de Hong Kong y Singapur para ayudar a Tailandia a mantener a flote su moneda tuvieron éxito durante algunos días, pero los embates especulativos resultaron demasiado fuertes y finalmente las autoridades tailandesas debieron permitir la devaluación del baht. En Filipinas y luego en Malasia, los intentos por mantener el valor de las monedas nacionales contra el dólar estadounidense también resultaron demasiado costosos y fueron abandonados. Trascendió que el Banco Central de Malasia invirtió 4.000 millones de dólares para defender el ringgit.
La experiencia del sudeste asiático demuestra lo difícil que es para un país defender su moneda de un ataque concertado de especuladores con enormes recursos. Un fondo de cobertura de 15.000 millones de dólares puede controlar recursos de hasta 150.000 millones y, por tanto, ejercer una enorme influencia. Durante unos años, algunos economistas advirtieron sobre la excesiva libertad que se concedió al mercado financiero mundial, que ahora está fuera del control de los bancos centrales, las autoridades monetarias y los gobiernos. El colapso en 1972 del sistema mundial de tipos de cambio fijos y la flotación monetaria fueron el primer paso hacia la volatilidad de las tasas de cambio. Luego llegó la generalización de las transacciones financieras por computadora, junto con la liberalización y desregulación de servicios financieros y la remoción de controles en la mayoría de los países. Al promover la desregulación de la entrada y salida de dinero en la mayoría de los países, incluso mediante los programas de ajuste estructural, el FMI creó condiciones propicias para la especulación sobre monedas, productos y acciones.
Anteriormente, el dinero que circulaba por el mundo estaba destinado principalmente al pago de importaciones y exportaciones de bienes y servicios, es decir, al mantenimiento de la economía real de producción y comercio. En los últimos años, con el levantamiento de las barreras nacionales a las transacciones financieras internacionales, se abrieron las puertas a los especuladores, que logran rápidas ganancias apostando a las modificaciones de los tipos de cambio, los precios de los productos y de las acciones.
Abrumadora especulación
Como resultado, una enorme parte de los actuales flujos financieros es de naturaleza especulativa, indica el economista David Felix, profesor emérito de la Universidad de Washington, en un artículo publicado en el informe de la UNCTAD de 1996.
En 1977, el valor anual de las exportaciones mundiales fue de 1,3 billones de dólares, mientras las transacciones mundiales de divisas representaron 4,6 billones de dólares. Las exportaciones representaban 29 por ciento de la circulación de divisas. Para 1995, las exportaciones mundiales eran de 4,8 billones de dólares, pero las transacciones de divisas habían ascendido a 325 billones. Así, el valor de las exportaciones pasó a formar sólo 1,5 por ciento del movimiento de divisas. En otras palabras, sólo 1,5 de cada 100 dólares en transacciones de divisas era utilizado para financiar el comercio real de bienes y servicios, mientras 98,5 dólares se empleaban en inversiones y actividades especulativas.
Otro dato interesante es que en 1977, las reservas mundiales oficiales de moneda extranjera ascendían a 266.000 millones de dólares, mientras actualmente sólo suma 18.000 millones. Para 1995, el valor diario de las transacciones en monedas extranjeras había excedido las reservas mundiales oficiales de divisas. Estos datos indican que ahora es mucho más difícil para los bancos centrales individualmente, o aun en conjunto, combatir el esfuerzo concertado de poderosos especuladores por influenciar la cotización de determinadas monedas. Los fondos de inversión colectiva, con recursos financieros tan enormes, tienen acceso relativamente barato o gratuito a miles de millones de dólares que cruzan el mundo en un abrir y cerrar de ojos. Para ser más exactos, 1,5 billones de dólares en un único día, en 1995.
En su reciente libro When corporations rule the world (Cuando las trasnacionales gobiernen el mundo), el investigador estadounidense David Korten llama "inversor extractivo" al especulador que extrae injustamente beneficios del trabajo productivo de otras personas. "El inversor extractivo aprovecha las fluctuaciones de precios para apropiarse de una porción del valor creado por inversores productivos y las personas que realizan trabajos reales. La ganancia de los especuladores representa una especie de impuesto inútil al sistema financiero (...) Cuanto mayor sea la volatilidad de los mercados financieros, mayores serán las oportunidades para estas formas de extracción".
Korten agregó que las formas más desestabilizadoras de inversión extractiva fueron alentadas por una nueva clase de fondos de inversión colectiva (fondos de cobertura, formados con productos derivados) que se especializan en inversiones especulativas de muy alto riesgo y requieren un mínimo de un millón de dólares. El mayor de ellos, el Fondo Quantum encabezado por George Soros, controlaba hace unos años más de 11.000 millones de dólares, y probablemente la suma haya aumentado. Como los fondos de cobertura pueden lograr préstamos de hasta 10 dólares por cada dólar de los inversores, el Fondo Quantum tiene un control potencial, según Korten, sobre un mínimo de 110.000 millones de dólares.
"Sabotaje de monedas"
El primer ministro de Malasia responsabilizó a Soros de los ataques especulativos contra las monedas del sudeste asiático y exigió que tal "sabotaje de monedas" sea considerado un delito internacional.
Muchos grandes fondos de cobertura produjeron un índice de retorno superior a 50 por ciento para sus accionistas en 1993. Pero también hay riesgos: un pequeño fondo de cobertura perdió 600 millones de dólares en dos meses y debió cerrar.
La afirmación de que los especuladores contribuyen a la estabilidad de los precios fue desmentida por el propio Soros al testificar ante el Comité de Banca del Congreso de Estados Unidos, hace algunos años. Cuando un especulador apuesta al aumento de un precio pero éste cae, se ve forzado a protegerse vendiendo sus acciones, lo cual acelera la caída del precio y aumenta la volatilidad del mercado, dijo Soros al Comité. Sin embargo, observó, la volatilidad de los precios no constituye un problema a menos que todo el mundo venda al mismo tiempo y se cree una "discontinuidad", es decir, ausencia de compradores. En ese caso, aquellos incapaces de salir del mercado pueden sufrir "pérdidas catastróficas".
Korten comentó que "Soros habla por su propia experiencia al afirmar que los especuladores pueden marcar el rumbo de los precios del mercado y crear inestabilidad. El mismo se creó una reputación tan legendaria como modelador de los mercados financieros, que un artículo de The New York Times titulado ‘Cuando Soros habla, los mercados escuchan’ le atribuyó la capacidad de incrementar el valor de sus inversiones sólo con revelar que las hizo".
En setiembre de 1992, Soros vendió 10.000 millones de libras esterlinas para frustrar los esfuerzos del primer ministro británico John Major por mantener el valor de la moneda. "Al hacerlo, demostró que puede forzar la devaluación de la libra, lo cual contribuyó a desintegrar el sistema de tipos de cambio fijos que los gobiernos intentaban establecer en la Unión Europea", observó Korten. Soros extrajo 1.000 millones de dólares del sistema financiero para sus fondos de inversión, por lo que la libra cayó 41 por ciento con respecto al yen y así se mantuvo durante 11 meses. "Estos son los tipos de volatilidad que los especuladores consideran fuentes de oportunidades", comentó Korten y citó también a Felix Rohatyn, socio de Lazard Freres Co., quien concluyó que "en muchos casos, los fondos de cobertura y la actividad especulativa en general son más responsables por los movimientos de divisas y las tasas de interés que la intervención de los bancos centrales".
Irónicamente, el propio Soros criticó recientemente al sistema de libre mercado por dar origen a inestabilidad e injusticias, en su difundido artículo "La amenaza capitalista", publicado en Atlantic Monthly en febrero pasado. Soros, quien contribuyó con sustanciales recursos a la caída de los regímenes comunistas en Europa oriental, sorprendió en el artículo mencionado con la siguiente declaración: "Aunque hice una fortuna en los mercados financieros, temo ahora que la intensificación desmesurada del laissez faire y la diseminación de los valores de mercado por todas las áreas de la vida ponga en peligro nuestra sociedad abierta y democrática. El principal enemigo de la sociedad abierta, creo, ya no es el comunismo, sino la amenaza capitalista".
Soros señaló que tanto el fascismo como el comunismo dependían del poder del Estado para reprimir la libertad de los individuos, y por lo tanto eran enemigos de la "sociedad abierta". No obstante, agregó, una sociedad abierta también puede ser amenazada desde la dirección opuesta, debido a un excesivo individualismo. (...) A menos que la doctrina del liberalismo reconozca que el interés común debe primar sobre los intereses particulares, nuestro actual sistema podría desintegrarse".
Tras estas declaraciones, es irónico que Soros sea señalado como el hombre que está por detrás de la inestabilidad económica y social causada por la caída de las monedas del sudeste asiático.
En respuesta a la inestabilidad monetaria y la especulación financiera, varios economistas y agencias internacionales apoyaron la propuesta presentada por James Tobin en 1970 de crear un pequeño impuesto, uniforme en todo el mundo, sobre las transacciones privadas de divisas. Esta medida, conocida ahora como "el impuesto Tobin", actuaría como desestímulo a la especulación financiera, disminuiría la velocidad de reacción de los mercados financieros mundiales y reduciría el volumen de transacciones de divisas.
En el Informe UNCTAD 1996, David Felix publicó un artículo apoyando el impuesto Tobin, al que describió como un "gravamen sobre el pecado" que "penaliza y restringe comportamientos socialmente indeseables". En este caso, "se trata de un comportamiento financiero que perjudica un importante bien mundial, es decir, un sistema financiero internacional estable, sustento del crecimiento económico de alto empleo".
Según Félix, el impuesto Tobin tiene las siguientes ventajas:
* Gravaría especialmente las ganancias derivadas de transacciones de divisas "de ida y vuelta" a corto plazo (una semana o menos), aproximadamente 80 por ciento de las transacciones de divisas en la actualidad.
* Como gran parte de estas actividades se relacionan con el arbitraje monetario internacional y la especulación sobre el tipo de cambio, el impuesto reduciría las ganancias de tales actividades especulativas y afectaría levemente los beneficios de las contrataciones de ida y vuelta a más largo plazo, relacionadas con el comercio exterior y las inversiones.
* Dado que el impuesto reduciría la volatilidad del tipo de cambio, la carga tributaria sobre el comercio y la inversión internacionales se compensaría además con la reducción del gasto ocasionado por la protección de operaciones a plazo contra el riesgo cambiario.
* La recaudación del pequeño impuesto podría ser muy significativa. Estimó que un gravamen de 0,25 por ciento sobre las transacciones de divisas podría generar unos 267.000 millones de dólares al año.
* El impuesto podría reducir los déficits fiscales mediante el aumento de la recaudación y la reducción del costo de amortización de la deuda externa.
Felix resaltó otros tres puntos importantes. En primer lugar, las principales propuestas de estabilización monetaria -del FMI para levantar todos los controles al movimiento de capitales y de otras instituciones para que un grupo de países mantengan la cotización de su moneda dentro de determinada franja- no son factibles, en vista del creciente poder del mercado. En segundo lugar, discrepa con el argumento de que el impuesto Tobin sería imposible de recaudar y formuló propuestas concretas para su implementación. Finalmente, destacó que los países en desarrollo son los que más sufren con la especulación y, por tanto, serían los más beneficiados por el impuesto Tobin.
Queda por ver si las actuales crisis monetarias, que empezaron por México y ahora afectan a varios países del sudeste asiático y Europa oriental, crearán un ambiente propicio para el establecimiento de un impuesto a las transacciones de divisas. Los proponentes del gravamen encontrarían una gran resistencia en el Congreso de Estados Unidos, la mayoría de cuyos miembros se oponen a cualquier impuesto mundial y son firmes defensores de los grandes financieros. Sin embargo, esto no debe impedir que los países formulen propuestas para regular la especulación financiera en el marco del FMI, la ONU y otros foros políticos, mediante el impuesto Tobin u otros medios.
Martin Khor es director de la Red del Tercer Mundo.
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