No. 74 - Diciembre 1997

La lista de Ailce

por Herbet de Souza (Betinho)

A los 61 años, Betinho quiso saber sobre las personas que había conocido de niño en Bocaiúva. Su prima Ailce le envió por correo una lista de quienes ya no vivían más en el pueblo. A lista de Ailce, su último libro, fue publicado en diciembre de 1996. De él reproducimos el texto que dedica a su padre.

Henrique José de Souza, mi padre, era de Grande Bocaiúva (término con el que el autor designa en varios tramos del libro al estado de Minas Gerais, a Brasil o al mundo entero), nació en Pirapora, vivió en Bocaiúva, Neves y Belo Horizonte y murió en 1962, de un infarto, en la Santa Casa de Misericordia. Pirapora tenía playa y eso hacía toda la diferencia. Era una especie de Río de Janeiro plantado en el interior de Minas Gerais.

Fue de todo en la vida, y sobre todo mi padre. Yo lo amaba y admiraba todo lo que hacía y contaba. Tuvo un curriculum envidiable de autodidacta, pero lo que más sabía hacer era reír, comer, bailar y disfrutar del sexo, la música y la vida, a pesar de que trabajaba como loco para criar una familia grande, demasiado grande. Henrique fue hijo de un hacendado en bancarrota, trabajó en el comercio en Pirapora, fue maquinista en la construcción del puente ferroviario de la Central do Brasil, dueño de la Panadería Central, de Henrique de Souza, panes, caramelos y galletas, R.D. Pedro II, Bocaiúva, EFCB, Minas.

Fue dueño durante muy poco tiempo de un cine que presentó, en junio de 1934, "La dama misteriosa, en el Cine Gloria, la mayor revelación de Greta Garbo, secundada por Conrad Nagel, en nueve partes, de la Metro. El próximo domingo El velero de Shanghai, otra gran producción de la Metro en siete partes, interpretada por Kay Johnson -la rubia Madame Satán- y Conrad Nagel".

Era cine mudo. Fue de un artista alemán del cine mudo que vino mi nombre Herbert, tan extraño en las tierras del norte de Minas. Mi padre tuvo, además, almacén, fue juez de paz del distrito de Bocaiúva, nombrado por el gobernador Olegário Maciel, el 17 de abril de 1931, cuatro años antes de que yo naciera; fue prefecto de Bocaiúva, nombrado por Benedito Valadares, en el tiempo de Vargas.

Cuando terminó, la población juntó firmas pidiendo que se quedara ya que su salida representaba un "colapso para Bocaiúva, que soñó un día con su entrada y su gran sueño de realizar su destino histórico de colaborar oficialmente para la grandeza nacional". Como se puede apreciar, el sentido de grandeza de la Grande Bocaiúva ya estaba inscrito en ese petitorio, pero mi padre tuvo que dar la espalda a la historia y pasar a ser encargado de comedor de la penitenciaría de Neves, y después gerente de la funeraria de Santa Casa de Misericórdia, de Belo Horizonte. Mi padre escapó a la globalización.

Mi padre era un poco tartamudo, pero sólo en el teléfono, y escribía a máquina con dos dedos y muy rápido. Atendía el teléfono tartamudeando: "¡Servicio funerario!". Cortaban, pensando que les estaban tomando el pelo. En la época de la guerra, todavía en Neves, se quedaba junto al padre Leopoldo escuchando la BBC de Londres, en una radio Phillips de ocho válvulas, sin entender inglés. Henrique fue lo más sólido que conocí de niño: era mi padre. Cuando murió, en 1960, la Prefectura de Bocaiúva decretó duelo oficial durante tres días y dio el caso por cerrado. Murió también oficialmente, como conviene a un ex prefecto.