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No. 74 - Diciembre 1997

Betinho

por Cándido Gryzboski

Este prólogo del libro Betinho, una vida en los límites de lo posible, de Francois Bougon, fue escrito en marzo de 1996, más de un año antes de la muerte de Betinho.

Francois Bougon. Betinho Una vida en los límites de lo posible Montevideo, Ediciones Trilce, 1997, 111 páginas.

Si bien la historia de Herbert de Souza, apodado Betinho, es muy rica, este libro no pretende ser una biografía: habrá que escribirla algún día. Aquí se trata más bien de la reflexión política de Betinho sobre hechos y acontecimientos vividos por él o de los cuales fue testigo, de su trayectoria personal como hilo conductor. No es la historia de Herber de Souza hombre sino un momento de la historia humana de este Brasil, tal como él la ve, hoy, a los 61 años. Esta obra es el testimonio de un simple ciudadano, importante para brasileños y latinoamericanos. De allí la impresión de que este relato es el testimonio de todos nosotros, ciudadanos anónimos de este país que, sin embargo, compartimos los mismos valores y utopías.

El testimonio de Betinho constituye un documento fundamental para la historia política de Brasil y, en cierta medida, de la izquierda en América Latina. Lo fascinante de esta obra es sentir cómo la historia personal se entrelaza con la trama general. Como dice Karl Marx: los hombres hacen la historia, pero no en las condiciones elegidas por ellos. Betinho no se preocupa por la exactitud de los hechos en su relato. Por el contrario, éste es una constante búsqueda de sentido que incluye a veces la autocrítica. Sus reflexiones provienen de fragmentos de las entrevistas realizadas en el Instituto Brasileiro de Análises e Economicas (IBASE) por el periodista Francois Bougon, durante el mes de octubre de 1994, en medio de una agenda intensa plagada de múltiples reuniones y contactos telefónicos debidos a su compromiso con el movimiento Acción Ciudadana contra el Hambre, la Miseria y por la Vida.

El relato de Betinho se construye entre dos polos que se unen de formas diversas y hasta contradictorias: la lucha por su propia vida -tan frágil- y la lucha por la vida de todos los demás, opción política que da sentido a su vida personal.

Betinho nació en Bocaciúva, una pequeña localidad del norte de Minas Gerais. Pero eso no tiene mucha importancia, como dice él mismo, señalando que él proviene de la Gran Bocaiúva, donde convergen Minas Gerais, Brasil, América Latina, el mundo, en fin, todos nosotros. No importa el lugar. Lo que importa es el momento en que nació y cómo vivió.

En su lucha por la vida, Betinho ha recorrido un camino fantástico: hasta ahora venció todas las adversidades. En este momento, lucha con la última: el sida. No sólo luchó, sino que sigue luchando para sobrevivir. Parece encarnar la alegría de vivir, a pesar de su aspecto esmirriado y de su hemofilia, que nunca lo dejó jugar al fútbol (su pasión), a pesar también de la tuberculosis que contrajo en la adolescencia y que lo confinó a vivir en el fondo de la casa durante una parte de su juventud. Para Betinho, la comida, y por lo tanto el hambre, deben ser algo más, pues es difícil encontrar a alguien a quien le guste tanto comer, aun sin lograr pasar nunca de un tercio de la cantidad deseada, debido a su estómago mutilado por una úlcera cuando vivía en la clandestinidad. Sin embargo, lo más fantástico es haberle dicho no al sida. Hace por lo menos 12 años que Betinho es portador del virus HIV y sigue vivo. Vive y lucha por la vida. Parece vivir siempre en los límites de lo posible, reproduciendo en su propia vida lo que ésta tiene de excepcional, fascinante y doloroso.

La lucha por la vida de los demás, muy intensa actualmente, se expresa en la lucha por la democracia y los valores éticos que la fundamentan. Es ésta una historia llena de contradicciones, que da color al relato de Betinho.

A fines de los años 50 y comienzos de los 60, fue un fervoroso cristiano, militante en la Acción Católica. Luego fundó Acción Popular, asumiendo funciones de dirección en una de las fuerzas políticas más relevantes del movimiento estudiantil de los años 60. Pronto Betinho fue destituido de la dirección y pasó por procesos de reeducación partidaria.

No estoy muy seguro pero tal vez haya comenzado entonces para él un largo proceso de aprendizaje de la diversidad como valor ético y del respeto de ésta como práctica fundamental para la democracia, algo difícil de aceptar para la izquierda de esa época. En su trayectoria dictada por la lógica de la revolución socialista, que a tantas mentes y corazones atrajo, Betinho fue a Cuba apenas comenzada la dictadura en Brasil. A su regreso, ya maoísta y con el carné del Partido, vivió en la clandestinidad y trabajó como obrero en una fábrica de cerámica en Sao Paulo. Cuando la represión se hace más fuerte, tiene que exiliarse.

Todos estos hechos son narrados por Betinho de manera muy colorida en su libro. Lo que hay que retener es la búsqueda, la opción por una búsqueda personal y la negación de los dogmas y las ortodoxias, que caracterizan su trayectoria. En ese proceso, él va forjando en sí mismo al ciudadano, al hombre público, movido por un humanismo inspirado en valores éticos. Pero es un ser humano que siempre puede equivocarse, como señala él mismo. Es quizás por esa razón que es tan amado y admirado por el ciudadano común, por el pueblo de este país.

A mi juicio, dos hechos bastante recientes transformaron a Betinho en lo que es actualmente. El primero está asociado a la lucha contra el sida. Betinho tuvo el valor de transformar esa enfermedad en un tema de debate público, al que los responsables del gobierno deberían prestar atención. Pienso que no fueron ni su trayectoria durante el exilio, ni el hecho de haber creado el Ibase en 1981, ni el de haber sido el secretario de la Campaña Nacional por la Reforma Agraria desde 1983, o de haber sido uno de los principales animadores de los encuentros de comunidades de base de la Iglesia en ese período, los que volvieron al ciudadano Betinho en un hombre público. Todos esos factores contribuyeron ciertamente pero la ruptura se originó en su lucha contra el sida. En esa lucha, los dos Betinhos aparecen tal como realmente son: uno solo en la lucha por la vida.

El segundo momento corresponde a la Campaña contra el Hambre, en la cual, como dice la periodista Dorrit Harrazim: "Brasil (...) le debe al ciudadano Herbert de Souza el redescubrimiento de la posibilidad que cada uno tiene de abrir los ojos y unirse a los demás para lograr una sociedad más democrática". En la tapa de la revista Veja Betinho aparece representado por Siron Franco como una simiente. "Simiente de una idea. La idea de que es posible combatir el hambre".

Habiendo luchado durante varios años junto a Betinho, en particular en el Ibase, me gustaría reiterar aquí lo que ya dije sobre él en otras ocasiones. Me refiero a lo que Betinho representa para nosotros, sus compañeros de trabajo y amigos.

Betinho es, hoy en día, una presencia y una referencia obligatorias en el tablero político brasileño. No porque ocupe puestos de mando o porque disponga de fondos públicos, tomando decisiones autoritarias o repartiendo favores, como es el estilo de nuestras élites gobernantes. Betinho no es representativo de nuestras "tradicionales" familias latifundistas, dueñas de la tierra y de la gente. Tampoco se ha movido por el afán de acumular riquezas a costa del trabajo de los demás, conquistando así el poder que da el dinero para comprar todo y corromperlo todo, como lo demuestra nuestra burguesía. La fuerza de su presencia no debe atribuirse a los "dueños del poder", sino a la lucha implacable que libra contra ellos. Por otra parte, no se ha comprometido en ninguna disputa electoral ni dirige partido político alguno. Betinho marca presencia, en forma constante y provocadora, simplemente porque cree y lucha por sus opiniones, en estrecha colaboración con los que desean transformar este país en una sociedad democrática. Podría pensarse que su enorme fuerza intelectual y moral provienen de su propia fragilidad física.

Hoy, en el decimoquinto aniversario del Ibase, es importante recordar la lucha de Betinho para concretar este proyecto institucional colectivo que reúne sus ideas, sus sueños, sus análisis y su voluntad. Todos sus compañeros de trabajo compartimos con él el compromiso radical con la democracia y tratamos de desarrollar el mismo método de lucha: el uso del conocimiento y la información para construir y proponer alternativas en el combate contra la exclusión social y en la edificación de una sociedad democrática. Bajo la conducción de Betinho, el Ibase está en condiciones de ser un verdadero actor en la movilización de la ciudadanía y en el debate público sobre los temas centrales que afectan a todos los que, de alguna manera, se sienten excluidos de la vida político-cultural de Brasil.

Río de Janeiro, marzo de 1996

Cándido Gryzbowski es sociólogo y director ejecutivo del Instituto Brasileiro de Análises e Economicas (Ibase)






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