No. 77 - Marzo 1998
Cuba-Vaticano
La "santa alianza" contra la globalización
por
Alejandro Kirk*
Tras la visita del Papa a Cuba, el planeta cuenta con una peculiar alianza en respuesta a la globalización, establecida por guerreros de filosofías opuestas, sobrevivientes de la Guerra Fría.
Juan Pablo II, el sepulturero del comunismo europeo, y Fidel Castro, el revolucionario cubano, descubrieron una visible simpatía mutua y un lenguaje común en el ámbito ético, fácilmente traspasable a la política. El mérito -o la culpa- es sin duda de la globalización, palabra que simboliza el triunfo ideológico de la economía de mercado sobre las utopías igualitarias.
Durante la visita de cinco días, cada uno hizo su parte en el arte de coincidir y disentir: el Papa enfatizó la necesidad de libertad religiosa y política, mientras Castro destacó las conquistas sociales de la revolución cubana. Pero los dos atacaron sin medias tintas y sin reproches mutuos al fantasma de la globalización, el "neoliberalismo capitalista" -en palabras del Papa- "que subordina a las personas" y las deja "a merced de las fuerzas ciegas del mercado". Vivimos en un mundo en que se desata "el enriquecimiento exagerado de unos pocos, a costa del empobrecimiento de muchos", afirmó. Un discurso similar, sino idéntico al de Castro en ese tema. El líder cubano fustigó a quienes "no adoran a otro dios que el oro", capitaneados por Estados Unidos, el Goliat moderno, siempre presente pero nunca mencionado.
En la despedida, Castro agradeció al Papa todas su palabras. "Incluso aquellas en las que puedo estar en desacuerdo", dijo. Minutos más tarde, Juan Pablo II retribuyó el gesto con una condena clara y directa al bloqueo estadounidense contra Cuba.
En las visitas papales nada ocurre por casualidad, comentó tras la visita un político con experiencia en el protocolo del Vaticano: cada actividad, discurso, palabra, incluso cada gesto o movimiento de quienes contactan al jefe de la Iglesia Católica es anticipado al detalle por asesores. No en vano, el Estado vaticano acarrea una experiencia milenaria de conjuras, guerras, persecuciones, negociaciones y tratados.
Protocolo aparte, un Papa que el miércoles 21 de enero había llegado agotado a La Habana, partió el domingo siguiente lleno de colores y animado, pese a tener tras de sí una jornada extenuante y tensa, incluida la misa masiva ante medio millón de cubanos en la Plaza de la Revolución de La Habana.
La alegría contagiosa y participativa de los cubanos impregnó al papa polaco, quien lo destacó -risueño y fuera de libreto- en su sermón. Y señaló también el viento y la lluvia, que lo despidieron en la noche tropical, como símbolos de fe y esperanza.
El mensaje del Papa a la Iglesia Católica cubana fue también claro: el espacio conseguido por su visita no se debe utilizar para el activismo político, sino para un reforzamiento de los valores cristianos de la verdad, la solidaridad y la justicia. Un Estado moderno, dijo Juan Pablo II en su homilía, debe "sin fanatismos, establecer una legislación que permita a cada uno vivir libremente su fe, expresarse en la vida pública y contar en los medios de comunicación con espacio suficiente para aportar al país sus riquezas morales, espirituales y cívicas".
El gesto cubano de esta nueva relación, anunciado por un portavoz oficioso inesperado presente en la misa del domingo -el escritor colombiano Gabriel García Márquez- será la liberación de los presos políticos solicitada por el Vaticano.
Políticamente, la serie de intercambios de la visita papal dejan un escenario en que los cubanos pueden contar con el relajamiento de la intolerancia religiosa y una apertura en el marco del orden establecido, que probablemente tratará de aislar a los más recalcitrantes opositores residentes en Miami. Las manifestaciones de los emigrados cubanos en el mar, y la amenaza de simbólicos desembarcos clandestinos, se encontraron no sólo con el boicot del clima -mar encrespado, viento y lluvia- sino también con el desinterés general, incluso de la prensa norteamericana.
Juan Pablo II reivindicó la Doctrina Social de la Iglesia como la herramienta esencial para conjugar los valores de la libertad espiritual y política con aquellos de la justicia social y económica, proclamados a su vez por La Habana.
La actitud rupturista de la oposición oficial en Miami, la más firme impulsora del bloqueo estadounidense, seguramente no se reconoce en la postura papal. Como tampoco lo hace el ateísmo militante que caracterizó al régimen cubano desde sus inicios, intentando romper con las tradiciones de un pueblo enteramente permeable a las creencias cristianas y animistas que componen su ancestro.
El Papa trajo consigo la experiencia del vertiginoso colapso del "socialismo real" en Europa oriental, a fines de la década del 80, con una secuela de degradación económica, ética y espiritual probablemente sin parangón en la historia moderna. El cambio en Cuba, advirtió subliminalmente el Papa a creyentes y ateos, comunistas y opositores, tendrá que ser diferente a lo ocurrido en Europa oriental, si quiere ser cristiano.
* Corresponsal en Roma.
El escándalo sexual y la visita del Papa
Andrés Oppenheimer planteó en su columna de The Miami Herald un posible vínculo entre el escándalo sexual en la Casa Blanca y la visita del papa Juan Pablo II a Cuba. Oppenheimer menciona una declaración de Richard Nuccio, un ex asesor del presidente Bill Clinton para temas cubanos en la cual afirma: "La CIA volvió a trabajar otra vez. El arreglo para hacer coincidir las dos historias fue un severo golpe contra la campaña de relaciones públicas de Fidel Castro".
Si existió realmente una maniobra de la CIA, es algo que deberá probarse. Pero la verdad es que la coincidencia entre la visita de Juan Pablo II y las noticias sobre las aventuras sexuales de Clinton anuló la posibilidad de que el bloqueo contra Cuba llegara a la portada de los principales diarios de Estados Unidos, a raíz de las declaraciones del Papa en La Habana. Cuando el escándalo sexual explotó en Washington, justo el día de la llegada del Papa a La Habana, la prensa norteamericana cambió inmediatamente el foco de su atención. Varios de los principales presentadores de la televisión estadounidense fueron llamados de regreso a sus bases y lo mismo ocurrió con muchos de los cerca de mil corresponsales y reporteros que viajaron a Cuba.
Si la CIA está realmente detrás del episodio, aplicó un golpe bajo pero eficiente en cuanto a la utilización del morbo para desviar la atención de lectores y espectadores de televisión estadounidenses del tema del bloqueo. Una encuesta de opinión pública patrocinada por la cadena de televisión CBS y divulgada poco antes de la llegada de Juan Pablo II a Cuba reveló que el apoyo de los estadounidenses al bloqueo bajó del 56 por ciento registrado en 1996 a 46 por ciento a principios de enero. La caída de 10 puntos porcentuales no es dramática, pero indica una tendencia entre los votantes en Estados Unidos hacia la normalización de relaciones con Cuba. |
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