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   No. 77 - Marzo 1998
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Globalización


No. 77 - Marzo 1998

Foro Económico Mundial

Los ídolos cambian en Davos

por Gustavo Capdevila

En la reunión anual del Foro Económico Mundial de Davos se vivió una situación sin precedentes en 27 años, producto de la inestabilidad de la economía mundial. Japón, por ejemplo, dejó de ser el mejor alumno y ahora resulta que debe desregular su economía como el más proteccionista de los países en desarrollo.

En los últimos 27 años, el Foro Económico Mundial de Davos se erigió en una especie de arco de triunfo bajo el cual desfilaban gobernantes, empresarios transnacionales y gurúes neoliberales vencedores en las campañas de globalización. En ese período, del centro de turismo suizo salían consagrados los ejemplos a emular en el mundo, como el milagro económico japonés, la irrupción de los tigres asiáticos y los ajustes estructurales del Fondo Monetario Internacional (FMI). Pero de repente, en la última reunión anual del Foro se dibujó un cuadro diferente, que reproduce la inestabilidad de la economía mundial y de las relaciones entre sus múltiples actores.

Japón, por lo pronto, dejó de ser el mejor alumno y ahora resulta que debe desregular su economía como el más proteccionista de los países en desarrollo. El mismo día que comenzó la reunión de Davos, el 29 de enero, el secretariado de la Organización Mundial del Comercio (OMC), el italiano Renato Ruggiero, dictaminó que la apertura del mercado japonés es insuficiente. La OMC, convertida en juez de la ortodoxia neoliberal, descalificó a Japón en relación con las otras potencias industriales, Estados Unidos y Europa, al vaticinar que la crisis asiática será más nociva con la economía japonesa.

Ese ejercicio, de pronosticar el derrumbe de las economías ajenas ante la ola desestabilizadora de la crisis asiática, predominó durante los seis días de la reunión de Davos. Desde Estados Unidos, abrió el juego el presidente de la Reserva Federal, Alan Greenspan, cuando reconoció que la economía de su país aflojará el paso debido a las dificultades que atraviesan sus socios asiáticos. El eco de esa declaración llegó hasta las montañas de Davos, donde Rudi Dornbusch, del Instituto Tecnológico de Massachusetts, repitió sus presagios aciagos sobre el desenvolvimiento de las economías de Rusia y Brasil. En cambio, George Soros, el financista especulador con cuantiosos intereses en el cono sur de América, desvinculó a la economía brasileña de las secuelas de la crisis asiática.

De manera sugestiva, los presidentes de los países de esa subregión que estuvieron en Davos, Carlos Menem, de Argentina, Fernando Henrique Cardoso, de Brasil, y Eduardo Frei, de Chile, eludieron contactos formales con la prensa.

Un mecanismo tácito de Davos determina que los gobernantes de países necesitados de respaldo en los mercados financieros acudan a las reuniones para atraer a las compañías transnacionales inversoras. El economista indio Jagdish Bhagwati, profesor de Política Económica en la Universidad de Columbia de Nueva York, opinó que los gobernantes concurren "esencialmente como suplicantes". "Davos es para países sin éxito y la sola presencia está hablando de un fracaso", dijo Bhagwati al periódico The Times of India.

De los países asiáticos en crisis, la figura más notoria presente en Davos fue el primer ministro de Tailandia, Chuan Lekpai, quien aseguró que el sudeste de Asia retomará el ritmo de crecimiento aunque reconoció la gravedad de la situación.

El director general de la OMC confirmó que la crisis asiática puede tener repercusiones muy serias en el comercio y también en el plano social. Y aunque descartó el recurso del proteccionismo para superar la crisis, aceptó la posibilidad de implantar regulaciones para impedir que la situación escape de control.

En Davos y en las repercusiones inmediatas se observó una sensibilidad aguda de los sectores determinantes en la economía, preocupados por la evolución de la crisis. La mayor inquietud se concentró en la posibilidad de que la crisis asiática arrastre todos los avances logrados por la política neoliberal en la apertura de mercados durante más de dos décadas. Ruggiero insistió en que la única terapia posible es "más de lo mismo" mediante la profundización de las desregulaciones, porque "no es la hora del proteccionismo".

Pero mientras por un lado insisten en el sistema multilateral sin barreras, los dos poderes dominantes, la Unión Europea y Estados Unidos, iniciaron después de Davos los sondeos para un acuerdo bilateral que los proteja mientras la crisis asuela al resto del mundo. (IPS)






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