No. 77 - Marzo 1998
El centro de la atención en Asia ha pasado de las causas de la crisis a las medidas adoptadas para superarla. En este escenario ocupa un papel central el Fondo Monetario Internacional (FMI), al que los gobiernos de Tailandia, Indonesia y Corea del Sur solicitaron ayuda financiera. Más que en cualquier otra ocasión, la función, la competencia y la integridad de esta institución multilateral son objeto de fuertes críticas
El centro de la atención en Asia ha pasado de las causas de la crisis a las medidas adoptadas para superarla. En este escenario ocupa un papel central el Fondo Monetario Internacional (FMI), al que los gobiernos de Tailandia, Indonesia y Corea del Sur solicitaron ayuda financiera. Más que en cualquier otra ocasión, la función, la competencia y la integridad de esta institución multilateral son objeto de fuertes críticas.
En primer lugar, aunque se supone que el FMI es independiente, está claro que sus paquetes de reforma fueron muy influidos por el Departamento del Tesoro de Estados Unidos, que aprovechó al máximo la oportunidad de obtener un mayor acceso para las empresas estadounidenses. En segundo lugar, el principal objetivo del FMI parece ser el de garantizar que los bancos extranjeros no pierdan dinero por causa de sus préstamos a Asia. Por ejemplo, el gobierno de Corea del Sur es presionado a ofrecer garantías del reembolso de enormes créditos otorgados por bancos internacionales a instituciones financieras sudcoreanas. En contraste, las condiciones del FMI impiden que los gobiernos "auxiliados" ayuden a compañías o bancos nacionales en problemas. En otras palabras, gran parte de los "paquetes" de rescate coordinados por el FMI no se utilizarán para financiar la recuperación económica, sino para subsidiar a acreedores extranjeros. En tercer lugar, como condición para los préstamos del FMI, los países asiáticos debieron permitir un mayor grado de propiedad extranjera en sus economías, particularmente en el sector financiero.
Por último, las restrictivas políticas del FMI (altas tasas de interés, restricción de crédito y drásticos recortes del gasto público) empujan a los países asiáticos hacia el mismo colapso económico que su intervención supuestamente debió evitar. Tales políticas fueron ideadas para las economías de algunos países de Africa y América Latina, azotadas por una deuda pública y un déficit presupuestal de enormes proporciones. La dogmática insistencia del FMI en aplicar esas mismas políticas en una situación enteramente diferente, donde la deuda impaga es en su mayor parte privada, refleja la incompetencia de los supuestos "expertos" del organismo multilateral.
Mientras tanto en Ginebra, tras cuatro años de conversaciones, negociadores de la Organización Mundial del Comercio (OMC) concluyeron un acuerdo para liberalizar el sector de los servicios financieros en las economías nacionales. El acuerdo beneficiará principalmente a los bancos, compañías de seguros y sociedades de bolsa de Estados Unidos y Europa, que podrán ahora penetrar y dominar esos sectores de la economía del Sur, hasta hace poco protegidos. El FMI y la OMC trabajan coordinadamente para transformar el mundo en un lugar más redituable para los capitales y empresas del Norte. Así, por ejemplo, el paquete de "rescate" otorgado por el FMI a Corea del Sur -en cuya elaboración participó el secretario del Tesoro de Estados Unidos- fue utilizado por Washington para asegurarse concesiones que no pudo obtener de los negociadores sudcoreanos en la OMC.
El FMI se ha convertido, gracias a la crisis, en una de las instituciones más poderosas del mundo, con la facultad de determinar la vida o la muerte de millones de personas del Sur. Sin embargo, sus políticas están controladas por unos pocos países ricos y se determinan en secreto.
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