No. 78 - Abril 1998
Guatemala
Las comunidades cuidan el bosque
por
Elmer López
El caso de Totonicapán es uno de los ejemplos más notables de conservación y uso sostenible de bosques comunales en América Central. Se trata de un bosque de propiedad comunal, usado, cuidado y protegido por indígenas, que lo han mantenido en pie durante los últimos cuatro siglos, y se encuentra, además, en el centro de la región más densamente poblada de Guatemala, país donde la pobreza rural y el desarrollo agropecuario ya han dado cuenta de la mayor parte de los bosques del altiplano.
Es una mañana de octubre de 1997. La sala se va llenando poco a poco. Familias enteras, llegadas de todas las aldeas y caseríos que rodean al bosque, acuden a la elección de la nueva Junta Directiva que va a regir por dos años la gestión de su área natural.
El bosque comunal de Totonicapán está situado entre montañas, en las estribaciones de la Sierra Madre del Sur, en el oeste de Guatemala, a una altitud aproximada de 3.000 metros sobre el nivel del mar. Originalmente las partes mas bajas de la montaña estaban formadas por una espesa arboleda de robles y encinos, parecidos a los que aún se pueden ver en otras zonas del país. Sin embargo, los árboles originales han sido desplazados paulatinamente por los pinares, debido a la tala y extracción excesiva de maderas y leña.
En la parte más alta de la montaña se encuentra el bosque mejor conservado, que en algunos sitios es denso y muy frondoso. Esta formado principalmente por pinos blancos (Pinus ayacahuite) y, en las partes más cerradas, por el pinabete (Abies guatemalensis), árbol que es muy escaso y que se encuentra en peligro de extinción (listado en CITES apéndice I). El resto de la vegetación que acompaña a los árboles es muy interesante ya que aún se conservan plantas características de las altas montañas, junto con algunas especies tropicales resistentes al frío.
Afuera, llueve de forma intermitente. Son las nueve de la mañana, y la mayoría de personas ya ha llegado. Las mujeres se van sentando a los lados, rodeadas de sus niños, los hombres ocupan el centro del salón. Son aproximadamente 2.000 personas, entre delegados, junta directiva saliente, candidatos e invitados. Alfredo Gracia, el secretario, toma la palabra desde el estrado. Va relatando con voz segura las actividades realizadas en el año que ha pasado. Más tarde da cuenta de los gastos, y por fin presenta a los candidatos. La elección es libre. Todo el que pertenezca al municipio puede presentarse a los cargos, y salir elegido: presidente, vicepresidente, tesorero y tres vocales. También se hace la convocatoria para la elección del Comité de Vigilancia del Bosque.
La montaña es una zona muy fría, con temperaturas que pueden llegar a varios grados bajo cero, entre los meses de diciembre y marzo. Además, son frecuentes los vientos que azotan las laderas, lo que hace que en estos parajes las condiciones de vida sean muy duras.
Es normal que por las mañanas el suelo se encuentre recubierto de una fina capa de hielo, mientras que al anochecer la niebla cubre las montañas con un espeso velo. Las lluvias son relativamente poco abundantes, con regímenes que oscilan entre los 900 y 1.000 milímetros al año, valores que contrastan con la pluviosidad de otras zonas del país, como Río Dulce, con más de 4.000 milímetros, o la parte sur de Petén, en donde llueven 3.000 en un año. La relativa escasez de lluvias ha supuesto uno de los pilares más sólidos sobre los que se asienta la unión de los habitantes de Totonicapan para conservar sus bosques: el agua.
El escenario se llena con todos los candidatos, que representan a los 63 comités de las aldeas. El procedimiento para la elección es rápido y totalmente democrático. Rufino Zapeta, el presidente de la junta cesante, junto con el secretario, presentan a un candidato, diciendo su nombre y el paraje al que representa. El público aplaude fuerte si el postulante es de su agrado, y permanece en silencio si no termina de gustarle su candidatura.
Los elegidos pasan a la parte derecha del estrado, mientras que los no elegidos bajan a confundirse con el público, tal vez un poco cabizbajos, pero animados por haber participado.
En las cercanías de las comunidades de Totonicapan no existen cursos fluviales importantes, por lo que no es raro que en algunos lugares haya déficit de agua, sobre todo en años en los que la lluvia ha sido escasa. El bosque es el mayor captador de agua de la zona, y supone a la vez el origen de las fuentes de las que se nutren los cientos de vecinos que habitan en los alrededores. Ante el riesgo de quedarse sin suministro suficiente para todos, se decidieron a formar los comités para la conservación del agua, organismos que en 1994 se agruparon en una sola asociación dedicada a la conservación del bosque y de los bienes comunales. Esta medida sirve, además, para defender el bosque de la depredación y de la tala ilegal.
Ya quedan solamente 12 aspirantes. Entre el rumor del público se escuchan algunos nombres. ¿Saldrá elegido José Hilario, o será Israel? Al final no hay dudas: José Hilario Tax, de la cabecera municipal, ha resultado elegido presidente por mayoría absoluta. A él le corresponde dirigir la organización comunal durante el próximo año.
La junta directiva que termina su mandato felicita a los nuevos dirigentes y les promete ayuda en los primeros meses de trabajo. La elección ha terminado justo a la hora del almuerzo.
Bosque y vida
La fauna del bosque comunal de Totonicapan esta representada por especies típicas de las zonas frías, con poblaciones todavía importantes de coyotes, aunque muy amenazadas por la caza y sobre todo por la acelerada desaparición de las zonas naturales de los alrededores, lo que ha disminuido en gran medida su hábitat. También se pueden observar venados en los claros naturales, además de otros vertebrados menores.
Las características de la fauna y de la flora del bosque de Totonicapan hacen de él uno de los ecosistemas de más valor de las tierras altas de Guatemala. A esto se une que es una de las áreas más grandes y mejor conservada de coníferas (pinos y abetos) naturales. En el resto del altiplano la deforestación ha provocado la extinción de la mayoría de los bosques con características similares.
Las imágenes de satélite demuestran que el único reducto de bosque templado que aún se conserva en el área es el bosque comunal de Totonicapan. Estudios realizados en los años 70 demuestran que el bosque se mantuvo estable, mientras que los alrededores sufrían tasas de deforestación altísimas. La razón de esta estabilidad era el control que las organizaciones comunales mantenían sobre la tala.
A partir de 1970 hubo un aumento de la deforestación, debido a la compleja situación social y política de aquel momento, que hizo que la gestión que llevaban a cabo las comunidades se debilitara en gran medida. Esta falta de control en la destrucción del bosque duró hasta principios de los años 90, en los que surge la nueva organización comunal, llamada UleuChe Ja, que en el idioma quiché significa Tierra, Agua y Bosque. Los habitantes de Totonicapan desarrollaron un sistema de practicas tradicionales de protección y uso del bosque, que es perfectamente compatible con la propiedad comunal. Estas prácticas no solo les han servido como medio de defensa contra las invasiones, sino también para el aprovechamiento de los recursos del bosque con la participación y en beneficio de todas las comunidades.
Dentro del bosque no hay ningún asentamiento humano, lo cual es un acuerdo ancestral de las comunidades para poder aprovechar sus recursos de una manera sostenible. De él, extraen la leña que necesitan para su supervivencia, la madera para construir sus viviendas, y las plantas que tradicionalmente completan su dieta alimenticia y medicinal. El bosque también representa para las comunidades un lugar de reunión y de culto. En su interior se encuentran varios altares mayas. Escogieron para realizar las ceremonias religiosas los lugares en donde hay una gran piedra elevada en medio de la espesura de los ancianos árboles. Actualmente se reúnen varias veces al año para hacer sus ofrendas y quemar el copal, resina sagrada reservada a los dioses. Muchos principios de ecoforestería adoptados por organizaciones como Greenpeace, son practicados por estas comunidades desde tiempos ancestrales. El resultado es un bosque sano de 22.000 hectáreas, ubicado en el área de mayor densidad rural de Guatemala (300 habitantes por km2) y en donde todos sus alrededores están en proceso de desertificación. Son estos pueblos los que han enseñado el camino para construir una nueva relación con los bosques, y de los que aprendemos que es posible un desarrollo armonioso con la naturaleza sin necesidad de destruir sus recursos.
Elmer López
Forest Campaign
Greenpeace América Central
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